Manuel Belgrano, precursor del feminismo

Araceli Bellota (*) 

El acceso de las mujeres a la educación y el rol cultural que ellas debían desempeñar en la sociedad fueron los pilares del pensamiento de Belgrano en materia de género. Sobre esos temas escribió, expuso y abogó desde los tiempos de la colonia. 

La historiografía escolar enseña que Manuel Belgrano es uno de los padres de la Patria, que fue el creador de la bandera, que no dudó en inmolarse dejando su condición de civil para embarcarse como general al frente del Ejército del Norte a pesar de no contar con demasiadas dotes militares. Alcanza a destacar una parte de su pensamiento, sobre todo el referido a la economía, pero muy poco dice sobre su mirada del género femenino y su preocupación por las mujeres más pobres

Sería justo que los textos escolares enseñaran también que fue el primer feminista en el Río de la Plata

Producida la Revolución de Mayo, Belgrano fue designado vocal de la Primera Junta y, poco después, fue enviado al frente de la Expedición al Paraguay. Aun así, en medio de sus nuevas ocupaciones, no olvidó la promoción del género femenino e insistió sobre la cuestión desde las páginas del periódico Correo de Comercio de Buenos Aires, que había comenzado a editar a principios de 1810.

Es sabido que Belgrano fue secretario del Consulado entre 1793 y 1810, cuando abandonó su cargo el mismo día de la Revolución, el 25 de mayo. Desde ese puesto, como también desde su labor periodística, insistió en el rol cultural que debían desempeñar las mujeres en la sociedad. Por eso promovió la fundación de escuelas para niñas y la creación de puestos de trabajo para las mujeres, denunciando, como paradoja y con cierta ironía, “la miserable situación del sexo privilegiado”.

Producida la Revolución de Mayo, Belgrano fue designado vocal de la Primera Junta y, poco después, fue enviado al frente de la Expedición al Paraguay. Aun así, en medio de sus nuevas ocupaciones, no olvidó la promoción del género femenino e insistió sobre la cuestión desde las páginas del periódico Correo de Comercio de Buenos Aires, que había comenzado a editar a principios de 1810.

LA EDUCACIÓN FEMENINAFue el 15 de junio de 1796 cuando leyó su primera Memoria. Hacía apenas tres años que Olympe de Gouges (1) había sido guillotinada en Francia por sus propios compañeros revolucionarios, luego de que publicara la “Declaración sobre los Derechos de la Mujer”, cuando Belgrano abogó por la educación femenina. Ante las autoridades virreinales, señaló: “Se deben poner escuelas gratuitas para las niñas donde se les enseñase la doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etc. y principalmente inspirarles el amor al trabajo para separarlas de la ociosidad tan perjudicial o más en las mujeres que en los hombres.

Entonces, las jóvenes aplicadas, usando de sus habilidades, en sus casas, o puestos a servir no vagarán ociosas, ayudarán a sus padres, o los descargarían del cuidado de su sustento; lejos de ser onerosas en sus casas la multitud de hijos harían felices las familias”.

Enseguida, agregó otro argumento para la necesidad de la educación de las mujeres, evidenciando una de las tantas opresiones que el género femenino debió soportar a la hora de contraer matrimonio: la dote, una suerte de pasaporte para lograr un mejor o peor casamiento. Sin duda, Belgrano estaba más que preocupado por las condiciones de vida de las mujeres humildes de su tiempo, pero además estaba convencido del rol cultural que ellas debían desempeñar en la sociedad.

Haciendo hincapié en la maternidad, Belgrano insistió en el rol cultural que debían desempeñar las mujeres: “La naturaleza nos anuncia una mujer: muy pronto va a ser madre, y presentarnos conciudadanos en quienes deben inspirar las primeras ideas, ¿y qué ha de enseñarles, si a ella nada le han enseñado? ¿Cómo ha de desarrollar las virtudes morales y sociales, las cuales son las costumbres que están situadas en el fondo de los corazones de sus hijos? ¿Quién le ha dicho que esas virtudes son la justicia, la verdad, la buena fe, la decencia, la beneficencia, el espíritu, y que estas cualidades son tan necesarias al hombre como la razón de que proceden? Ruboricémonos, pero digámoslo: nadie; y es tiempo ya de que se arbitren los medios de desviar un tan grave daño si se quiere que las buenas costumbres sean generales y uniformes”.

“El bello sexo –continuó– no tiene más escuela pública en esta Capital que la que se llama de San Miguel, y corresponde al Colegio de Huérfanas, de que es maestra una de ellas; todas las demás que hay subsisten a merced de lo que pagan las niñas a las maestras que se dedican a enseñar, sin que nadie averigüe quiénes son, y qué es lo que saben”.

La conclusión de Belgrano fue contundente: “Séanos lícito aventurar la proposición de que es más necesaria la atención de todas las autoridades, de todos los magistrados, y todos los ciudadanos para los establecimientos de enseñanza para niñas, que para fundar una universidad, en esta Capital, porque tanto se ha trabajado y tanto se ha instado ante nuestro gobierno en muchas y diferentes época

. Con la universidad, habría aprendido algo de verdad nuestra juventud en medio de la jerga escolástica, y se habría aumentado el número de nuestros doctores, pero ¿equivale esto a lo que importa la enseñanza de las que mañana han de ser madres?

¿Las buenas costumbres podrían de aquel modo generalizarse y unificarse? Es indudable que no, y para prueba, no hay más que trasladarse a donde hay universidades, y no hay quien enseñe al bello sexo”.

.(*) ver nota completa en www.carasycaretas.org.ar( febrero 2019)

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(1) Nota de redacción: Olympe de Gouges, feminista/activista fundamental, aunque no reconocida, en la Revolución Francesa. Escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en 1791 en la que dijo: «Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta, al menos no le quitarás ese derecho. Dime, ¿quién te ha dado el soberano poder de oprimir a mi sexo?»

En 1793 fue ejecutada en la guillotina por defender sus ideales. Su hijo renegó de ella públicamente y Francia y el Mundo la han enterrado durante más de 250 años.

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