¡Basta de Triple Alianza!

 Por: Jorge Rubiani
jrubiani@click.com.py

No pueden fundarse derechos sobre los pueblos y sociedades, sin antes afirmar la justicia. Es ese el factor de la verdadera asimetría en la relación del Paraguay con los socios más poderosos del Mercosur: Brasil y Argentina.

Y ha sido así desde el principio. Con o sin tratados. Como si continuara la vigencia de aquel que marcó a fuego todas nuestras desgracias: el Tratado Secreto de la Triple Alianza y la guerra subsecuente. Pues pareciera que sus postulados siguen intactos para dos de los tres signatarios de aquel acuerdo. Mientras que para el Paraguay sigue vigente la condición de derrotado. Porque de las recurrentes discusiones para establecer culpas o motivos de aquella guerra, suele estar omitida la cuestión fundamental: que la sobrevivencia del Paraguay como entidad nacional autónoma e independiente fue seriamente comprometida tras la contienda, por la cuasi aniquilación de su población y la ocupación de su territorio. Además de la cuantiosa deuda que gravó su porvenir. Y que, independientemente de la responsabilidad atribuida al gobierno de Francisco Solano López, los aliados no honraron uno sólo de los argumentos con los que justificaron la guerra. Finalizada la misma, nuestro país siguió sin paz y sin la «civilización y la libertad» prometidas. Pues no sólo sufrió la derrota -emergencia prevista en cualquier enfrentamiento armado- sino la rapiña de su escaso patrimonio. No sólo el exterminio de su población masculina joven y adulta, sino la masacre de civiles en niveles rayanos al genocidio. Sin que desde los gabinetes brasileños o argentinos se levantaran hasta hoy, una sola voz en admisión de culpa o disculpa; de condolencia, de solidaridad o consideración al menos, ante las dificultades que marcaron nuestra existencia después de aquel terrible acontecimiento.

Los argentinos suelen preguntarse porqué los paraguayos somos generalmente mas hostiles con ellos que con los brasileños. Y la respuesta suele diluirse en frases irónicas tras las que se esconden las verdaderas razones de la «bronca». Que es tal como la sienten nuestros hermanos del Plata y que pueden deberse a muchos factores. Pues si las agresiones históricas al Paraguay fueron de mayor volumen y persistencia desde las fronteras lusitanas primero, brasileñas después, los argentinos pudieron habernos evitado muchas de aquellas penurias… y no lo hicieron. Tal vez debieron entender que el Paraguay fue la valla que contuvo la expansión portuguesa lejos de Buenos Aires, durante siglos enteros; tal vez debieron ponerse sus gobernantes“ del lado de las repúblicas del Plata” como sugirieran a Bartolomé Mitre en 1865; o pudieron haber recordado el origen común y la común historia plagados de aportes paraguayos para la Argentina de pasos indecisos …. Pero privilegiaron las relaciones con el Brasil. Y como entonces, ahora. Aunque el río Paraguay nos convoca hacia el sur, los argentinos pudieron haber concedido a los paraguayos mas que el simple abrigo -que nunca faltó, es cierto- evitándonos el peso de cuanta medida hiciera difícil la vida en nuestra tierra, o nos expulsara de ella en busca de mejores horizontes. Y todo esto es simplemente así, conviene recordarlo, desde que la desdichada Cédula Real firmada por Felipe III, el 16 de diciembre de 1616, nos dejara envueltos para siempre en la asfixiante atmósfera mediterránea. Y a merced de quienes tenían las llaves de nuestro acceso al mundo, atadas al cinturón de sus caprichos.

Con el Brasil ha sido distinto… pero igual. «Nada de diplomacia en los negocios de guerra» escribía Pedro II a su canciller Sa e Albuquerque en 1867. Esa ha sido la constante con el Paraguay: diplomacias fuertes y fuertes militares que bordaron «las fronteras permanentemente móviles» con las que acosaron a la débil provincia española de entonces. Y para que todo fuera impecablemente imperial, le agregaron una doctrina a los despojos: «uti possidettis». Junto -desde luego- a los tratados firmados y desatendidos, obsequios o sobornos de ocasión, bombardeos o ultimatums. O que lo digan -si no- Paisandú, Montevideo y Asunción. La actitud sería resumida escueta y claramente con esta frase: «El imperio no tiene amigos ni enemigos permanentes. Sólo tiene intereses permanentes». De manera que mirando la historia por sobre los hombros, podemos percatarnos que nada pareció resultar inconveniente para tales intereses: misiones secretas, tratados secretos, archivos secretos. Una corte que para salvar el pellejo, se fugó en 1808 de su propia capital y en secreto, no se andaría con chiquitas para otros menesteres no tan «cristianos» al momento de asegurar sus exclusivas conveniencias o ventajas. Pasión por lo secreto… o la convicción de que mas rentable era por entonces, andar de contramano con la decencia y la ética.

Y para desgracia del Paraguay en sus contactos con el Brasil, todavía hubo mas «intereses contrapuestos» apenas finalizada la guerra del ’70: sobornos a nuestras autoridades; financiamiento de golpes de estado; derrocamiento o «elección» de presidentes. Sin olvidar vetos a candidatos; imposición de tratados, financiamiento de medios de prensa (“La Libertad” -1893); o cierre de otros medios (1903). Es posible que sean éstos los secretos que el presidente Lula quiere que sigan secretos. Pero… ¡los paraguayos ya los conocemos porque hemos sufrido sus consecuencias! Y aunque importantes, no son los únicos que el Brasil constitucional, democrático, solidario y socialista, tiene que reconocer y dar a conocer como parte de sus responsabilidades históricas.
Son las razones por las que también la Argentina, copartícipe de los mismos pecados y misterios, tiene que ayudar a forjar una nueva Alianza en la región. Una verdadera, productiva y digna, que reconozca los contribuciones y derechos del Paraguay desde la misma gestación de nuestros pueblos y naciones. Que acepten -al fin- que hasta nuestros malos gobernantes del pasado (excusa remanida y permanente) fueron la consecuencia fallida de políticas argentinas o brasileñas. Que la idea de pendular no fue del Paraguay sino de quienes –Brasil o Argentina- lo utilizaran para fastidiarse mutuamente. Que para sufrir las tribulaciones de siempre, Paraguay no necesitaba de péndulos, poleas ni tratados (a éstos se los incumple desde los tiempos de la independencia). Para seguir con los padecimientos de antaño, no necesitaba de mercados comunes (bastaba que se desmantelaran las trabas arancelarias que en los puertos argentinos vienen surgiendo desde los tiempos de los “puertos precisos”).

Es hora de que Brasil y Argentina comprendan que son las penurias del Paraguay y sus dificultades geopolíticas y estructurales la causa real de las «asimetrías» en el Mercosur. Que así como reconocieran en el pasado el valor de nuestros soldados, reconozcan hoy que reclamamos por el sufrimiento infringido innecesariamente a nuestro pueblo. Por la sustracción de territorios y ocupación militar del suelo patrio; por el pillaje y las violaciones a mujeres indefensas; y por la intervención a nivel de co-gobierno en TODOS los gabinetes paraguayos de la posguerra.

Aunque nada es comparable a la hipoteca operativa que significó la muerte de miles de mujeres, adolescentes y niños inocentes como «daños colaterales» del conflicto. Hecho que constituyó además de un crimen de lesa humanidad, a la pérdida de un capital humano que el Paraguay jamás recuperaría. ¿Qué hace otro país en iguales circunstancias?: exige de los victimarios, admisión de culpas por los daños con las satisfacciones correspondientes. Para el logro de estos propósitos, los gobiernos accionan y reclaman con argumentos, prestigio y legitimidad. Ante sus vecinos primero. Y frente al resto de las naciones después, haciendo uso de todos los estrados y medios. En el plano interno, esta exigencia debe convertirse en causa nacional. Especialmente ahora, con motivo de los planes conmemorativos del Bicentenario de la Independencia que convirtió a nuestro país en la Primera República Sudamericana, el 12 de Octubre de 1813.

Mientras tanto, tal vez falte un Decreto Presidencial como aquel del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia que, hacia finales de la década de ‘1820 y bregando por el reconocimiento de la Independencia Nacional, mandó bordar el siguiente emblema en los estandartes patrios:
«¡VIVA LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY! – ¡INDEPENDENCIA O MUERTE!».

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Comments

  1. No confundir, habitantes de la ciudad autonoma de Bs As, «porteños», con los de las Provincias Argentinas, tanto hoy como en antaño, diferenciados con respecto a la vergonzosa alianza para guerrear con los hermanos paraguayos.

  2. Estoy sorprendida y dolorida al ver que nadie mas ha comentado
    sobre un tema tan interesante, parece que estamos como San Juan Bautista : predicando en el decierto. Basta de APATIA !!! a lu-char por nuestra independencia en todos los ordenes.Dejemos de
    ser como el PRINCIPE MENDIGO, sentado en un trono de oro y pi-
    diendo limosna….

  3. Jorge Rubiani Ud. ha dicho una gran verdad ¿porqué no se postula
    para presidente? con tres personas que piensen como Ud.cambia-
    rian el destino del Paraguay. Veo que Ud. analiza y conoce la fuente de nuestra desdichada peregrinación por otras tierras probablente Ud. tiene la solución. Eso si..al revez del Brasil,con
    mucha diplomacia , buscando el reconociento y el respaldo de enti-
    dades mundiales. No hace falta armas para defender LA VERDAD.

    1. Jorge Rubiani you have spoken a great truth,¿why is not running for President? If there are thre persons who think li-ke you surely the fate of Paraguay will change.I can see that you analize and understand very well the source of our miserable journey to other lands and probable you have the solutión. But contrary to Brasil’s motto All de bussiness most be conducted wiht hight diplomacy and the recognitión and
      support of global institutions. You do not need a weapons to
      defend the TRUTH.

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