¿Qué pasó en Curupayty?

La batalla de Curupayty, 22 de septiembre de 1866, fue la derrota más grave y sangrienta infligida por Paraguay al Ejército aliado de Brasil, la Argentina y Uruguay.

Este violento enfrentamiento ocurrió diez días después del diálogo de paz, sin resultados positivos, que mantuvieron los presidentes Bartolomé Mitre y Francisco Solano López en Yatayty Corá.

TRINCHERAS DE CURUPAYTY -  Imagen que refleja el estado las fortificaciones paraguayas tal cual se encontraban en los primeros años del siglo XX. La presencia de soldados en «maniobras militares» permite apreciar la magnitud y suficiencia de las excavaciones. Estas eran solo una parte del espectacular sistema defensivo que hizo de Curupayty un bastión inexpugnable. Sus instalaciones nunca fueron tomadas a viva fuerza, sino sencillamente- fueron abandonadas por los paraguayos. Reproducido del «Álbum Gráfico del Paraguay». Edición de Arsenio López Decoud.
TRINCHERAS DE CURUPAYTY – Imagen que refleja el estado las fortificaciones paraguayas tal cual se encontraban en los primeros años del siglo XX. La presencia de soldados en «maniobras militares» permite apreciar la magnitud y suficiencia de las excavaciones. Estas eran solo una parte del espectacular sistema defensivo que hizo de Curupayty un bastión inexpugnable. Sus instalaciones nunca fueron tomadas a viva fuerza, sino sencillamente- fueron abandonadas por los paraguayos. Reproducido del «Álbum Gráfico del Paraguay». Edición de Arsenio López Decoud.

El resultado bélico de esta contienda fue producto de vacilaciones estratégicas de los conductores del las fuerzas armadas invasoras luego de su victoria en Curuzú (3 de septiembre), de las lluvias torrenciales caídas días antes, de  errores de apreciación, de desconocimiento del terreno y, fundamentalmente, de la formidable defensa que montaron los paraguayos en Curupayty transformándolo en menos de un mes en un sitio casi inexpugnable construyendo trincheras infranqueables, con puentes levadizos además de pasadizos y polvorines subterráneos, bien protegidos por la artillería y demás armas de fuego.

 

Si a esto se agrega la desinteligencia habida entre el Almirante Tamandaré y Mitre y el Barón de Porto Alegre, el asalto debería ser necesariamente catastrófico. Tamandaré había prometido que la flota de la armada imperial bajo su mando “descangallaría” (desarticularía) las trincheras paraguayas  en pocas horas y, cuando terminó el bombardeo, Mitre y el Barón de Porto Alegre, creyendo que el “descangallamiento” estaba concluido hicieron avanzar a sus 20 mil hombres hacia una carnicería innecesaria como la guerra misma que con este episodio se suspendió casi un año.

Hoy, a casi 150 años de la masacre, no vamos a  contabilizar la pérdida de vidas humanas, ni la cantidad  de familias destruidas, cuyas cifras se acomodan a interpretaciones sectoriales, en lo que fue en realidad una dura derrota del sentido común.

Hoy, año 2015,  queremos destacar la heroicidad de los muertos y los sobrevivientes que sobrellevaron estoicamente sobre sus hombros y dentro de su alma la  iniquidad de esa guerra fratricida que esperamos no se repita -¡jamás!- entre pueblos hermanos de Latinoamérica.

 

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