Las FARC sorprendidas con las manos en la masa

 

Por Carlos Alberto Montaner (*)

Comienzo con lo que debiera ser una nota al pie de página. Ya sé que Iván Márquez y Jesús Santrich –el segundo y tercer cabecilla de las FARC, el primero es Timochenko– realmente se llaman de otra manera, pero opto por referirme a ellos por los alias que eligieron y por los que el pueblo los conoce.

Miembros de la disidencia de las FARC en el departamento del Guaviare /Foto: .Raúl Arboleda (AFP)

Voy al grano. Fue providencial que la DEA atrapara con las manos en la cocaína a Jesús Santrich y a Marlon Marín, sobrino de Iván Márquez. No importa que lo nieguen. Hay videos, fotos, grabaciones y testimonios de los agentes. A esa imponente masa de pruebas pronto se le unirá el relato de otro de los acusados, Fabio Younes Arboleda. Tiene 72 años y no quiere morir en una cárcel americana. Ha pedido que lo extraditen rápidamente a Estados Unidos. Sabe que el primero que “cante” pudiera recibir una condena más leve. Entonará La Traviata. Al fin y al cabo, es un señor de derechas metido en esas andanzas accidentalmente.

Era evidente que las FARC seguirían dedicadas al narcotráfico. Los únicos que aparentemente creían en la súbita regeneración de los narcoguerrilleros comunistas eran el presidente Juan Manuel Santos y tal vez su escudero Humberto de la Calle, hoy candidato a presidente que exhibe con orgullo lo que debía avergonzarlo: fue el jefe de los negociadores oficiales de una paz que era sólo la coartada de los adversarios para continuar la guerra por otros medios supuestamente pacíficos.

Quienes han vivido durante décadas al margen de la ley no renuncian a un botín de cientos de millones de dólares anuales. Ganarse la vida honradamente es duro y puede ser aburrido. Los narcoguerrilleros de las FARC, por lo menos los jefes, no mataron y se jugaron la vida para acabar vendiendo automóviles o despachando camisas en una tienda. Cuando a Santrich le preguntaron si los jefes de la FARC se arrepentían de sus crímenes se burló respondiendo con el estribillo de una canción famosa: “quizás, quizás, quizás”. 

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