La relación del Paraguay con el Brasil

Jorge Rubiani

(jrubiani@click.com.py)

 

 

Una larga historia de tropelías y menoscabos

 ¿Para qué sirve la historia? ¿Solamente para un ejercicio de la memoria? ¿Para un breve y molesto ritual? … o para conceder un marco simbólico a los devaneos del poder? ¿O es para buscar en esa historia nacional, esa «comunidad de recuerdos» que resume la identidad, o intenta una explicación para el triste destino de la patria?

Tal vez… lo primero sea lo corriente y habitual. Pero la historia debe ser operativa. No debe confundirse con un entretenimiento académico ni es para brindar una aséptica información de nuestros dramas pasados por su exclusivo contenido estadístico.

La historia ES para saber lo que fuimos, lo que somos y talvez… para lo que queremos ser.

La historia NO ES para disiparnos en la frivolidad o en una solemnidad vacía de contenidos y emociones. Y lo que se sabe de la historia de nuestro pueblo, de nuestra Nación, es para que los paraguayos nos proyectemos con utilidad hacia los demás, para dimensionar nuestras relaciones con el resto de las naciones y, especialmente, para que nos apliquemos a concretar una actitud diferente entre nosotros mismos: conciudadanos, connacionales o compatriotas. Como una manera de evitar que el sentido patriótico se diluya en banderías, grupos, sectas o conveniencias, como sucede habitualmente entre nosotros.

A diferencia de otros Estados, comola República Federativadel Brasil por ejemplo…

I – Los operadores de Itamarati

En el análisis de algunos historiadores brasileños, referentes oficiosos y oficiales de la política exterior brasileña, no tienen cabida las consideraciones morales o éticas con las que juzgan y descalifican a otros estados y otros personajes de la misma época. No dicen por ejemplo: «…los bandeirantes invaden territorios de la corona española», o sobre las brutalidades y tropelías de estos piratas y bandidos, que motivaron el éxodo de las poblaciones indígena/jesuíticas de mediados del siglo XVII; sino escriben: «…los bandeirantes van descubriendo territorios…» (1).

Hay otros muchos ejemplos. Muchos… especialmente relativos a la guerra del Paraguay contrala Triple Alianza. Paraescribir sobre este conflicto los más connotados historiadores brasileños no tuvieron otra fuente que las brindadas por sus oficiales o de las obtenidas en los Archivo do Exercito. Aquellos no intentaron «buscar la verdad» en la diversidad de fuentes que ofrece la ciencia histórica. Sino reafirmar la suya, exclusivamente. La que niega o devalúa a todas las que se le opongan.

 (1) De hecho, fueron los artífices de la expansión territorial brasileña, desde la línea de Tordesillas (1494) hacia el Plata.

 II – Las razones del Imperio

Los países desfavorecidos sufren esa condición de muchas maneras. Ninguna reivindicación les liberará de sus padecimientos. Ninguna comprensión será posible en tanto sus intereses colisionen con los de las naciones «líderes»; o pretendan resistir a sus designios… Hablamos de naciones que, ideológica y operativamente, actúan como los antiguos imperios del pasado.

En ellos, toda la educación, la información periodística, la literatura y hasta el cine son puestos al servicio de afianzar su hegemonía (me atengo a la definición del Poder, como ejercicio de la voluntad).

Más allá de los campos de batalla, aun más allá de los gabinetes diplomáticos, los imperios se imponen sobre los demás (2) disipando toda duda sobre la “legitimidad” de la pretensión al mismo tiempo de diluir o minimizar, todo intento de resistencia del ocasional socio, aliado o «país hermano».

Bajo esas condiciones se firmó el tratado de Itaipú, aunque en mejores condiciones que los otros acuerdos límites firmados con el Brasil. El hecho nos obliga a la inevitable interrogación:

¿Qué valor podrían tener los acuerdos que se hicieran con gobiernos paraguayos que el Brasil había ayudado con «misiones técnicas», avales para créditos… o beneficios coyunturales para algún «momento político» determinado? (Recordar  la tesis «El Paraguay no pone nada»… de frecuente apelación para forzar la aprobación del Tratado para la construcción de la represa).

Y puede agregarse en torno a este infeliz incidente de la historia paraguaya, un precedente nefasto: la firma del Tratado de Límites, Loizaga/Cotegipe, firmado el 9 de Enero de 1872, con el Paraguay ocupado por las fuerzas de la Alianza y las armas brasileñas pendiendo sobre las cabezas de nuestros apocados negociadores…

Este tratado no tenía ningún valor jurídico. Una diplomacia avezada y patriota podía anularlo fácilmente… PERO FUE LEGITIMADO POR EL ESPÍRITU DE DERROTA Y LA INERCIA ENTREGUISTA QUESIGUIÓ A LA GUERRA (leer a propósito el escrito de Blas Garay: «A pasado de glorias, presente de ignominia», aparecido en «La Prensa» de Asunción, el 20 de Junio de 1899).

Pero mientras nuestros líderes y mandatarios hacen uso de la hospitalidad brasileña, ya como asilo político en el caso Stroessner/Oviedo. O para la quimioterapia de un desubicado que por razones de dignidad y coherencia, debía enfrentar la emergencia que fuera con lo que tenemos en casa en materia sanitaria (ya sabemos quien) (3).

O cuando el mismo caso Arrom y Marti, en el que nos hicieron notar que nuestro desprestigiado estamento judicial no puede torcer la «vara» con que nuestros «hermanos brasileños», miden la justicia… no deberíamos esperar demasiado de esta relación, por más que se tiendan 20 puentes sobre el Paraná…

 (2) Leer a propósito: «Guerra del Paraguay – Acción y reacción de la Triple Alianza. Vol II, del historiador argentino Ramón J. Cárcano.

(3) Leer «¿Morir por la patria?, artículo de Jorge Rubiani publicado en ABC, hacia finales de Agosto de 2010.

 III – Los Tratados no se tocan

Las relaciones de cualquier estado con un Imperio, no son de iguales. Porque todo Imperio impone condiciones que deriven en sus exclusivas conveniencias. Las de los demás estados serán siempre accesorias o remanentes de las conquistas mayores del socio imperial. Esa es -al menos- la historia de las relaciones entre Brasil y el Paraguay. Y es posible que esa actitud presida la visión de Lula y su Canciller omitiéndose ambos a la obligación de revisar cualquier Tratado sobre el que el Brasil haya radicado una supremacía ilegítima. Como es el de Itaipú. “Los Tratados no se tocan”, afirman rotundos.

Contradictoriamente sin embargo, el Mercosur incorporó entre sus condiciones de pertenencia y permanencia en el grupo, la inexcusable condición de “país democrático” para sus miembros. Y que las elecciones abiertas, plurales, constantemente periódicas, sean indispensables para formar parte de esta sociedad de Estados.

Debería entenderse por simple asociación y asumiendo la sinceridad del propósito, que cualquier hecho no democrático sobre el que se funde dicha relación, debiera ser revisado. Y sometido a procedimientos democráticos.

Sin embargo, los tratados suscritos por Dictaduras militares, gobiernos autoritarios, cruelmente represivos, ajenos a todo interés humano hacia los pueblos que sufrían sus imposiciones y designios, lejos de los representantes del pueblo o de las contralorías ciudadanas, no sólo deben ser tocados y revisados sino anulados y si fuera posible incinerados en una plaza pública. Si es que -de verdad- nos asiste una genuina convicción democrática….

 IV – Los secretos del Imperio

Misiones secretas, tratados secretos, archivos secretos, Una Corte que se fugó de su propia capital -en secreto- para salvar el pellejo, que escapó con el mayor sigilo de su propio reino (finales de 1807), no se iba a andar con chiquitas para otros menesteres no tan «cristianos», al momento de asegurar beneficios, conveniencias y ventajas para el imperio. Pasión por lo secreto o la conciencia de que se andaba de contramano con la decencia y la ética.

¿Porqué finalmente se nos niega los documentos de Itamarati» relativos al Paraguay? …los documentos llamados «secretos»? …¿los que fueran propios de la cancillería brasileña o los que pertenezcan a los paraguayos? ¿Será que de esta manera los brasileños puedan seleccionar -como antaño- los que convengan a sus interesas y sostengan especialmente la tesis de «la locura de López»?

He aquí un ejemplo, tomado del trabajo de dos eminentes historiadoras del Brasil:

Estudos Históricos, Rio de Janeiro, vol. 2, n. 3, 1989, p. 63-76. / Acesso à Informação nos Arquivos Brasileiros /Célia Maria Leite Costa * Priscila Moraes Varella Fraiz

No Arquivo Histórico do Exército , existe a Portaria n.o 2.449, de 27 de setembro de 1979, que dita as normas para a utilização dos arquivos, bibliotecas e museus, mas não nos foi permitido consultá-la. Através do próprio diretor do Arquivo, obtivemos a informação de que o acesso depende de sua autorização, Dado que os critérios são pessoais, subjetivos e indefinidos, pode-se afirmar que existe um certo grau de arbitrariedade na aceitação ou recusa dos pedidos. Em relação aos documentos sigilosos, a consulta só poderá ser feita observando-se as normas estabelecidas pelo decreto já citado, que regula a salvaguarda de assuntos sigilosos.

Provavelmente devido à ausência de uma política de recolhimento, como já referimos anteriormente o período de abrangência da documentação é pequeno – de 1808 à década de 1920.

…………..

O Arquivo Histórico do Itamarati era a única instituição que tinha o acesso ao seu acervo regulamentado através de decreto presidencial. Este decreto (n. 64.122, de 19 de fevereiro de 1969) estipulava que o acesso era livre para os documentos anteriores a 1900, com exceção dos documentos relativos à Guerra do Paraguai e a limites.

………………..

 Para mas claridad… agua clara.

El secreto fue prorrogado ahora por 75 años más, gracias a la «solidaridad», de los amigos bolivarianos del Partido de los Trabajadores brasileños, cuyos parlamentarios y Ejecutivo (con Lula a la cabeza), promovieron y obtuvieron dicha prórroga.

 V – Los secretos más conocidos

«Nada de diplomacia en los negocios de guerra» escribía Pedro II a su canciller Sa e Albuquerque en 1867 ordenándole que «ratificara a Caxías (…) de no aceptar tratar con López (el mariscal Francisco Solano) ni siquiera una cesación de hostilidades». Que si el Imperio mostraba energía «los aliados nos acompañarán y si no nos acompañan, terminaremos solos y aun con mayor gloria la guerra».

ESA ha sido la constante: Diplomacias fuertes y fuertes militares. Y la fuerza militar fue y es indispensable para el sostenimiento de esa diplomacia. A propósito Brasil ha sido el único país en el que los militares tuvieron «perdón y olvido» después de las dictaduras castrenses que asolaron América Latina desde la década del ’60 en adelante. Sobre todo, el conveniente olvido a las violaciones de los derechos humanos cuando la vigencia de aquellas dictaduras.

VI – Lista de agravios

Sólo un reducido inventario de la «hermandad brasileña» tras la finalización de la guerra del Paraguay contrala Triple Alianza:

* Sobornos de variados montos a diversas autoridades;

* Financiamiento de rebeliones (golpes de estado), varios con provisión de uniformes y armas brasileñas, inclusive;

* Presión militar (tropas y cañoneras frente a Asunción);

* Derrocamiento de presidentes; como consecuencia del apoyo militar brasileño a los insurrectos.

* Imposición de presidentes;

* Vetos a candidatos que no fueran del agrado de Itamarati (ver  -como en los casos anteriores- libro de Harris Gaylord Warren, p. 86 y 88). Sobornaban a nuestros políticos. Después, estos eran indignos de confianza…y marche otra revuelta «democrática».

* Imposición de Tratado de límites o de comercio (todos convenientes exclusivamente al Brasil);

* Cierre de medios de prensa (1903);

* Financiamiento de otros medios de prensa (como sucedió con “La Libertad” en 1893).

 Sin que contemos, desde luego, el apoyo brasileño a Bolivia, durante la contienda del Chaco.

¿Son éstas las razones por las que el presidente Lula afirmó que “no convenía conocer los secretos de las relaciones entre el Brasil y Paraguay? ¿Son éstos los mecanismos que presidieron las indecorosas condiciones del Tratado de Itaipú? ¿Fue por eso que el Brasil del socialista Lula, protegió hasta la muerte a un dictador “anticomunista” sanguinario y pervertido como Alfredo Stroessner?

…. ¿O en el Brasil constitucional y democrático, Itamarati sigue ejerciendo el poder imperial de siempre, sin importar quien ocupe la silla presidencial? 

 Conclusión

No existen naciones hermanas. No al menos entre un imperio y las otras. Los que creen -o se aferran- a la hermandad, son las naciones desfavorecidas. Los demás y especialmente las naciones prósperas, no la necesitan.

El destino de la humanidad está indisolublemente ligado sin embargo, al destino de todos los pueblos. Aun de los más pequeños y aparentemente desvalidos. Así como ninguna nación será completamente libre ni próspera sin la libertad y la prosperidad de resto. Especialmente de las más próximas a sus fronteras. Ninguna es completamente autónoma ni autosuficiente como para no contar con las demás. En el mundo de hoy, nadie es prescindible ni descartable y ninguna potencia estará a salvo de la nefasta secuela que generaran sus vicios, errores u omisiones.

Podríamos reconocer que existen naciones más poderosas por sus recursos económicos o militares; o porque hayan atesorado una vasta cultura, por sus riquezas naturales o territorios extendidos. Pero rechazamos que la prosperidad de los otros nos prive de nuestra propia importancia. Nuestro país merece respeto por su compromiso y protagonismo con la libertad de América, por el mantenimiento la integridad de los países del Plata, por el aporte a las ciencias y la cultura mundiales. «…Los paraguayos sabemos que somos hijos del genocidio, de un obligado mestizaje y de muchos déspotas (…) muñones de la ‘cultura europea’ que nos ‘civilizó’. Defectos congénitos que heredamos de quienes nos explotaron y esclavizaron sin educarnos» (4).

Y si los demás lo olvidan, es nuestro deber hacer un Seminario para políticos, líderes, o candidatos a representantes y demás cargos públicos, para que sepan y recuerden que un  pasado digno, nos impone el peso de un legado con el mismo honor y sacrificio de quienes hicieron posible que seamos paraguayos.

(4) De «Visiones equivocadas», artículo de J.Rubiani, publicado en ABC.

 

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