La mujer invisible: sobresalir en los escenarios del saber y el poder

Beatriz AcuñaPor Beatriz Acuña (*)

Existe una distinción entre dolor y sufrimiento, sostiene el filósofo Santiago Kovadloff y cuya aseveración suscribo y comparto para la reflexión. Pero yo llamo dolor a ese padecimiento que destituye al sujeto como tal y sufrimiento, al destino interpretativo que se le da al dolor.

En el sufrimiento, el dolor no ha desaparecido pero el sujeto opera sobre él; en el dolor el sujeto es abolido o aún no ha tenido lugar como intérprete de su padecimiento: el dolor avasalla al sujeto, lo descentra y lo induce al anonimato. El sufrimiento es la reacción del sujeto sobre ese padecimiento.

En la sociedad paraguaya sigue existiendo una relación asimétrica de poderes entre los hombres y las mujeres y existen muchas situaciones donde se desnuda ese dolor por la discriminación que aún sigue muy vigente hacia el sexo femenino.

Las mujeres paraguayas forman parte del grupo social económicamente más oprimido que existe. El hecho de que la mayoría de las mujeres permanecen ocultas en sus casas no significa que no existan.

La nueva mujer con derechos se hace presente en la sociedad, al salir a trabajar fuera de casa como personas independientes que actúan en consecuencia. Pero como existe una fuerte estrategia de ridiculización considerada políticamente correcta, muchas optan por el silencio y se oculta así no solo lo que tiene que ver con el feminismo, sino lo que tiene que ver con sus derechos y sus organizaciones.

A pesar de todo, muchas mujeres tienen algo en común y es la subordinación al género masculino. Esta subordinación ofrece variadas perspectivas de mayor o menor intensidad, pero todas sufren y muchas de ellas pugnan por eludir al yugo impuesto. La mayoría de las paraguayas viven dedicadas a las tareas domésticas, aunque esto no sea un impedimento para que también tengan una actividad laboral fuera de sus casas. El patriarcado mantiene la presión social que las responsabiliza de todo lo doméstico a pesar de ser profesionales.

La ley defiende esta falacia, porque aunque exista la posibilidad teórica de acceder a algún empleo, no se dan las posibilidades reales porque no hay puestos de trabajo o porque la mayoría de las mujeres no tienen instrucción.

De todos modos, hay que reconocer que las pocas mujeres independientes, gracias a alguna actividad remunerada tienen una doble carga, porque esto no las exime de las obligaciones domésticas que no suelen compartirse. A algunas su dinero les permite comprar ayuda doméstica, pero la gran mayoría de mujeres trabajadoras deben soportar la doble jornada y el cumplimiento de ambas obligaciones profesionales y domésticas.

En un mundo como el actual en el que las tecnologías, la información y la comunicación han transformado tan a fondo la vida de las personas, en nuestra sociedad algo continúa casi inamovible: La injusticia social y la desigualdad entre mujeres y hombres.

Como dijera Virginia Woolf: “no se nace mujer, se hace… y no puedo moverme sin desalojar el peso de los siglos”.

(*) lanacion.com.py

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Comments

    1. Me impresionó el enfoque que le dá al tema la Sra. Beatriz Acuña. Cada vez me convenzo mas que el esfuerzo masculino es mayusculo a lo largo de la historia para aplazar e in visibilizar a la mujer, que a veces lo logra. A veces creo que es un cierto miedo a que le superemos y queden en evidencia. Porque creo que existen mujeres que cuando llegan a empoderar se, se comporta igual o peor que los hombres, más aun si utiliza su sexto sentido para manipular y no para humanizar.
      Rosa Ryan roservan@hotmail.es

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