En torno a la reelección, la senaduría vitalicia y las listas sábana

Rafael Luis Franco (*)

frarafael@gmail.com

No soy experto constitucionalista, pero el sentido común me dice que así como está redactada nuestra Constitución, como diría el inspector Columbo, «hay algo que no encaja», más bien varias cosas que no encajan.

Por empezar creo que a nuestro país se le debe dar una Constitución como la gente, porque hasta ahora, las que hemos tenido desde 1870 a la fecha, han sido todas producto del revanchismo y medio hechas a medida de los que lograron el poder, que no lo hicieron muy democráticamente que digamos. La de 1870 casi no hace falta hablar, producto de un gobierno plagado de legionarios, más a medida de los aliados que destruyeron nuestro país que del Paraguay; la de 1940, un decreto constitucional, de neto corte dictatorial, hecha por un gobierno que no tenía consenso en la opinión pública, con proscripciones y perseguidos políticos, que sólo sirvió de instrumento legal para futuras dictaduras; y la última, de 1992, que también se hizo al calor de un golpe de estado, hecho por el consuegro del viejo dictador y que lejos de escuchar a los expertos en el tema, los constitucionalistas les incluyeron cláusulas a medida y a pedido del líder de turno, en este caso el difunto general Andrés Rodríguez. Por ejemplo, nuestra Constitución no es ni unitaria ni federal, porque ha creado el puesto de Gobernador que sólo sirvió para crear más puestos públicos, ya que éstos no tienen ningún poder ejecutivo.

Empecemos por la imposibilidad de reelección presidencial, para mí un error. Acá se debería cambiar y permitir la reelección, por un período más, y acortar el mandato a 4 años. En el Brasil, en la Argentina, en Colombia, en USA, en tantísimos países existe la reelección, entonces me pregunto por qué no podemos tenerla nosotros. Lo que sí creo que se equivocan aquellos que hacen campaña, tanto a favor como en contra de la posibilidad, al remitirse meramente a una cuestión personal y puntual, como es en este caso la reelección de Lugo o antes la de Nicanor, y lo que lograron fue el rechazo de la población en general. Si se es reelegido o no esto lo va a decidir el pueblo con su voto y no una simple cláusula que lo habilita a participar de la elección.

La figura de «senador vitalicio» dada a todo ex presidente, a mi entender, es otra barbaridad política; porque esta ley -inspirada en la chilena que dio a Pinochet la senaduría vitalicia, creada por pedido exclusivo del difunto Andrés Rodríguez para protegerse una vez que abandone el mandato, no de un posible mal gobierno sino de todos los pecados cometidos anteriormente, cuando sólo era un simple general, consuegro y socio del dictador Stroessner-, en vez de beneficiar perjudica a todo aquel que abandona la Presidencia; porque, como vemos, prácticamente le corta su carrera política. Aparte, si los ordinarios senadores no sirven de mucho, me pueden explicar para qué sirve un senador vitalicio con voz y sin voto.

El ex presidente Nicanor D. Frutos es el primer perjudicado por esta pícara y absurda ley, y digo que es el primero porque los anteriores se retiraron a cuarteles de invierno, ya que si querían ocupar un cargo en el Senado también estaban en la misma. Y aclaro que no estoy defendiendo la figura de don Frutos, porque creo que éste fue un mal, un pésimo gobernante; y ojalá que se retire definitivamente de la política; esto vale igual para varios de sus amigos; lo único positivo que le encuentro a esta absurda ley, que constitucionalmente no le permite ser senador, es que en alguna medida esta prohibición es una pequeña revancha para el pueblo que fue víctima de su gobierno. Y si se quiere proteger a los próximos ex caciques, al término de sus mandatos, éstos podrían estar amparados por una ley que los libere de posibles futuros juicios políticos, que hoy están tan de moda, y que muchas veces lo hacen por rencor, por conveniencia ideológica para destruir al adversario, por mezquindad o porque a la banda opositora no le gustó tal o cual decreto; y aquí debería quedar claro que en esta protección no entrarían el enriquecimiento ilícito ni algún acto criminal cometido en su gobierno. Aunque ya me imagino que nuestros cráneos políticos, ligeros para los mandados, para reemplazar la protección que da la senaduría vitalicia son capaces de sacar una ley que los vuelva intocables, casi dioses. Pensándolo bien, mejor que lo dejen así como está nomás.

Por último, está el tema de las listas sábana, con la cual los miembros del poder Legislativo que son elegidos no rinden ningún examen democrático; y esta es una pata de la mesa que le falta a nuestro sistema para que se llame verdaderamente democrático.  Desde el momento que el pueblo no puede elegir a sus legisladores, porque éstos se anotan en una lista entre gallos y medianoche, inclusive dicen que comprando el puesto, no podemos hablar de democracia. En su gran mayoría, los actuales legisladores, como apreciamos en las crónicas diarias, algunos hace décadas que están atornillados, no representan a nadie, sólo a su partido y a sus propios intereses; de ahí que no les interese los principales temas que acucian a la sociedad, como ser la inseguridad y la corrupción; y también, en su gran mayoría, ni idea tienen de para qué están sentados en el recinto. Muy distinto sería si tienen que hacer campaña para ser electos, en los barrios, en sus pueblos, y sus mandatos no fueran eternos y tuvieran que revalidarlo cada 4 o 6 años.

Creo que nuestro país está en condiciones, ahora, a más de dos décadas de caída la dictadura, y con varios períodos de gobiernos más o menos democráticos, de pensar en una nueva asamblea constituyente que corrija los vicios de la última; ahora deberían escuchar a los que entienden del tema, tomarse el tiempo necesario y elegir a los más capaces (que quede claro, dije capaces y no rapaces). Dejar las enmiendas de lado, que suena a remiendo, y hacer una Constituyente sería lo más adecuado para corregir a fondo los errores del pasado; de manera que en el futuro, algún gobierno honesto y ejecutivo, pueda tener la herramienta necesaria para llevar por el rumbo correcto a nuestra Patria.

(*) publicada en Ñe’engatú, junio 2011

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