Bailando por un sueño

Rubén Darío Paredes Escobar (*)

No hay dudas que la bella y carismática Larissa Riquelme ha sorprendido a propios y extraños con el rotundo éxito laboral que ha tenido desde Sudáfrica 2.010, en donde fue entronada como “la reina del mundial”, merced a su simpatía y belleza característica de la sencilla mujer paraguaya, que hemos visto en imágenes que recorrieron el mundo y que la llevaron a los lugares más recónditos del planeta a trabajar sin parar desde entonces.

Los atributos de la modelo la llevaron luego a la capital bonaerense, en donde fue contratada por el conductor Nº 1 de la Tv argentina Marcelo Tinelli, para su programa “bailando por un sueño”, en donde hasta hoy sigue descollando por méritos propios, ganándose el respeto y cariño no solo a sus compañeros de elenco, sino además del difícil público argentino, que la salvó en el teléfono cuando tuvo en frente a dos rivales que en los papeles tenían mayores posibilidades.

Esta simpatía, este carisma y humildad Larissa ya los había demostrado desde antes y todavía hoy luego de ser mundialmente famosa, especialmente en la cancha de Cerro Porteño, al que sigue en cada partido de local y en donde con una amplia sonrisa saluda, posa y habla con quien se le acerque. Lamentablemente, el sábado último fue víctima de un grupúsculo de energúmenos disfrazados de hinchas de fútbol, que la insultaron y hasta intentaron agredirla físicamente, “culpándola” de la derrota de su club, y específicamente, del opaco rendimiento de su pareja, el futbolista Jonhatan Fabbro. El exitismo del fútbol llegó también así a la famosa dama.

En nuestra realidad social, vemos este tipo de situaciones casi a diario, en donde por el morbo que nos caracteriza, acostumbramos a hacer siempre leña del árbol caído. Especialmente en la política, vemos como al ser defenestrados de su cargo, han sido duramente criticados por muchos que antes le dedicaban solamente elogios, personajes públicos como Efraín Alegre, Rafael Filizzola, y hace solo un par de días, el Director dela Policía Caminera renunciado, abogado Eduarto Petta.

No es desconocido para nadie que el colega que detentó desde agosto de 2.008 hasta la semana pasada este cargo tan complicado y sensible, ha destacado en varios aspectos, llevando a su institución a un protagonismo que jamás tuvo. Los logros de Petta, su labor de saneamiento, prevención y control han sido incontestablemente positivos. Ha luchado a brazo partido contra la corrupción interna; ha liderado decenas de campañas de concientización; viajó al exterior participando en congresos y conferencias de los que trajo ideas revolucionarias en cuanto a educación vial; asistió a cuanto programa de Tv lo invitaron explicando los peligros del alcohol al volante; logró que el Ministerio Público yla Policía Nacional lo acompañen permanente y efectivamente en controles ruteros; peleó y debatió con altura enfrentando a municipios y autoridades que pretendieron desconocer su competencia y cobrar multas ilegítimas y arbitrarias en las rutas del país, entre otras bondades de su gestión.

Tal vez se le pueda criticar su falta de cintura política para negociar algunas cuestiones, mas no se le puede reclamar falta de carácter ni la trasparencia de su gestión. Fueron entonces, definitivamente, muchas más las luces que las sombras que tuvo al frente de la Policía Caminera. Sin embargo, no debemos olvidar que multó al Presidente de la República, así como también alguna vez demoró y aplicó la ley vial a conocidos políticos y parlamentarios que acostumbraron siempre a aplicar una de las tradicionales leyes del país: la del mbareté.

Eduardo Petta –al igual que Larissa- también tuvo un sueño y estuvo bailando por él, pero olvidó que especialmente en este país, no siempre quien tiene la razón y quiere hacer las cosas bien, con honestidad, trabajo y eficiencia puede salir adelante. Las pruebas están a la vista; la presión de las roscas mafiosas instaladas en las instituciones del Estado fueron más fuertes y no tuvo otra alternativa que irse a su casa, muy a su pesar.

Esto evidencia que la quimera de “mi patria soñada” que solemos escuchar en los versos de Carlos Miguel Giménez está lejos de ser una realidad en el Paraguay. Es evidente que aun no estamos “libres de ataduras nativas o extrañas”; que seguimos teniendo “amos insaciados que usurpan sus bienes”, que manejan a su gusto y paladar las decisiones importantes; que siguen tan campantes como antaño aquellas “odiosas cadenas que empañan su honor”. Los males que siempre aquejaron a nuestra sociedad y que el Presidente Lugo había prometido terminar no solo no fueron desalojados, sino por el contrario, aparentemente se encuentran incluso instalados más sólidamente hoy día.

El sueño de Eduardo Petta se cortó así abruptamente y aunque mucho “bailó” por él, la realidad le demostró que por ahora es inviable cumplirlo en nuestro país. Por su parte, si bien el sueño de Larissa continúa en el show de Tinelli, la hermosa dama ya tuvo grandes disgustos en aquel, que le hicieron ver que no le harán fácil la cosa. Mientras tanto, acá en su país, en la cancha de su querido Cerro Porteño, un grupo de imbéciles desubicados le hizo pasar un mal rato, por el “grave pecado” de ser novia de un jugador estrella que no estuvo en su día. Salvando las odiosas comparaciones, vemos sin embargo que algo está muy mal en nuestra sociedad, en nuestras ideas, en nuestros valores, en nuestras costumbres; debe ser por eso que no despegamos. Lo peor de todo, es que parece que así nos seguirá yendo.

(*) Abogado – Especialista en Derecho Penal – www.larueda.com.py

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