Cafiero y el Paraguay

Antonio Cafiero visitó el Paraguay en varias oportunidades. Una de ellas fue el 13 de septiembre de 2005, siendo recibido por el presidente de entonces, Nicanor Duarte Frutos. En esa oportunidad el periodista  Hugo Ruiz Olazar del diario ABC color le hizo un histórico reportaje que hoy transcribimos en memoria de este verdadero prohombre del peronismo y dirigente de fuste de la Argentina, cuyo fallecimiento ocurrió ayer, 13 de octubre de 2014.

La entrevista fue publicada el 25 de septiembre de 2005 con el título: “Cañonera Paraguay salvó a Perón de una muerte segur”, admite Cafiero

Hace 50 años, el caudillo argentino Juan Domingo Perón se salvaba de morir fusilado por fuerzas militares que encabezaron un golpe para derrocarlo en setiembre de 1955. Providencialmente, ingresó a la Embajada paraguaya de Buenos Aires y, de ahí, trasladado a la cañonera Paraguay, que se encontraba en reparaciones en el Río de la Plata, donde convivió dos semanas con la tripulación, hasta que fue rescatado por el histórico avión Catalina que acuatizó en el curso de agua.

antonio-caffiero_180_127_751520En esta entrevista, el senador argentino Antonio Cafiero (83 años), uno de los más representativos políticos de su país, cuenta detalles y anécdotas de aquella época. También opina sobre los buenos y malos políticos y expone una curiosa iniciativa destinada a promover a los más pobres. Cafiero es presidente de la Copppal, un organismo multilateral que agrupa a más de 50 partidos políticos de América Latina.

«Ahí escuché decir a un civil, aliado de los militares: ‘Tienen que ir y bombardear la Cañonera Paraguay. Hay que hundir la cañonera ya’. Yo me quedé perplejo».

Hay ciertos equilibrios en la economía que están más allá de la derecha y la izquierda. Tener el presupuesto equilibrado no es un teorema político. Es una igualdad matemática que, si no se respeta, da origen a los descalabros más inéditos.

– Hace 50 años que Perón se asiló en la Cañonera Paraguay en el Río de la Plata. ¿Qué se acuerda de ese momento?
– Cuando él supo que la Revolución iba a desalojarlo, buscó asilo en la Embajada paraguaya. Fueron momentos muy confusos. Su decisión fue muy rápida. El tenía toda la fuerza para resistir el golpe militar del ’55, pero no pudo resistir a la idea de que la Armada estaba por cañonear la destilería de La Plata, que fue la obra de su Gobierno, que costó miles de millones de dólares. Estos insanos estaban dispuestos a cañonear la destilería.

– ¿Usted sabía del destino de Perón?
– Supimos que se refugió en la Embajada paraguaya y, de ahí, en la Cañonera Paraguay.

– ¿Conocen los peronistas esta historia de Perón y el Paraguay?
– Sí, cómo no van a conocer. Si no hubiera subido a esa cañonera, hubiera muerto. Lo buscaron para matarlo. Eran unos cobardes los enemigos de Perón. Decidieron bombardear la Casa de Gobierno. Mataron a 700 personas, porque decían que ahí iban a matar a Perón. ¿Por qué no mandaron un tipo para pegarle un tiro y se acabó? Fueron cobardes.

– ¿No querían verlo morir?
– Esto que le voy a decir era rigurosamente cierto. Era el domingo siguiente a la caída de Perón. La caída fue un viernes 16 de setiembre. Esto tuvo que haber sido un domingo 25 de setiembre (hace 50 años). Estuve detenido, sentado en una silla en la residencia presidencial de Olivos. Me tuvieron desde las siete de la mañana hasta la una del mediodía. Ahí escuché decir a un civil, aliado de los militares: «Tienen que ir y bombardear la cañonera Paraguay. Hay que hundir la cañonera ya». Yo me quedé perplejo. Nunca me olvidé de ese episodio.

– ¿Quién era? ¿Está vivo todavía?
– Sí está. Era una persona conocida entonces y es conocida hoy. Si yo doy el nombre, me expongo a una réplica.

– A 50 años, ¿Perón sigue vigente?
– ¿Qué le parece? En aquella época la gente era capaz de afrontar la muerte por Perón…

– La verdad es que cuando a alguien le va mal, la gente se borra…
– No sé. El valor de la resistencia a la opresión no es siempre la violencia. Es otra cosa peor, el ridículo. Cuando estábamos en la cárcel, era muy común que vinieran oleadas de detenidos. El que mencionaba el nombre de Perón, Evita, Partido Justicialista o Plan Quinquenal o cualquier otra referencia a la «dictadura depuesta» iba entre seis meses y seis años de cárcel preso. Eso no tuvieron nunca ustedes en Paraguay.

– No, aquí se podía estar un día como 25 años, como Napoleón Ortigoza, el que fue preso más antiguo de América.
– Bueno. Le voy a contar una anécdota. Uno cuando está en la cárcel se deprime. Entonces uno se esfuerza para no caer en depresión. Le pregunté a uno por qué estaba preso. Me contestó: «Mire, yo soy muy peronista. Mi viejo es más peronista que yo. Mi mamá es más peronista que mi viejo. Mis hermanos… Antes de ir a la fábrica, acostumbramos a cantar la ‘Marcha Peronista’ en casa. Llegó la «revolución» y, como había pena de cárcel al que cantaba la ‘Marcha’, mi vieja me dijo: «Por favor, no se te ocurra ni mencionar la ‘Marcha Peronista’. Olvidate. Te van a llevar preso. ¡Vas a perder el laburo! Vas a poner a toda la familia en peligro». El tipo dijo que se aguantó y se aguantó y que tenía unas ganas de cantar… La ‘Marcha Peronista’, para nosotros, es una incitación. Los radicales a lo que más le tienen miedo es a la ‘Marcha’, no a los discursos.

– ¿Qué dice la ‘Marcha’?
– «Los muchachos peronistas, todos unidos triunfaremos…», una pavada más histórica, imposible…

– ¿Y eso les volvía locos?
– ¡Eso, claro! El muchacho dijo que, cuando un día salió para ir al trabajo, escuchó que en la calle cantaban la ‘Marcha Peronista». «Habrá vuelto Perón?, se preguntó. Efectivamente, pasaba un camión, lleno de muchachos que saltaban en el camión a los gritos de: (canta) Los muchachos peronistas….». Ahí dijo: «Ah, esta es la mía. Se acabó la prohibición» y corrió como dos cuadras para alcanzar al camión. Le dieron la mano y de un salto se puso a cantar con los demás. Estaba feliz. Tanto tiempo hacía que no cantaba. Eran las seis de la tarde y se me ocurrió preguntar: «Y ahora adónde vamos». «A la cárcel de Villa Devoto», le contestaron.

– ¿Qué pasó con los peronistas después de aquel golpe?
– Resistimos a la dictadura militar. Las organizaciones eran de superficie unas, y subterráneas, otras. En las organizaciones subterráneas yo formaba parte de comandos inorgánicos…

– ¿Qué son?, ¿conspiradores?
– Conspiradores, que teníamos a nuestro cargo inventariar qué quedaba del peronismo con el ánimo de luchar contra las nuevas circunstancias. En la cárcel, John William Cooke, un dirigente muy destacado, una vez lo vi confeccionando una lista y me preguntó: «¿Vos qué cargo querés (en el futuro Gobierno peronista)?». Yo le respondí: «Ninguno. No me pongas en ninguna lista, por favor». ¿Usted se imagina una lista, en aquellas condiciones? Esa lista podía estar en manos de la policía en menos de 24 horas. No sé si me explico.

– Hubo fusilamientos…
– El Golpe fue el 16 de setiembre. Los fusilamientos vinieron después. Primero gobernó Leonardi. El Golpe contra Leonardi es en noviembre del ’55 con Aramburu.

– A Aramburu no le perdonaron los peronistas. Lo tenían entre el jopo y la ceja…
– Yo no sé si son peronistas, pero los que mataron a Aramburu eran ya miembros de las organizaciones guerrilleras. Yo no diría que el peronismo lo mató.

– Fue Montoneros, una organización peronista.
– Fue Montoneros. Entendamos que merece todo el repudio de un hombre que asesinó al general (Juan José) Valle cuando se rebeló contra la dictadura en junio de 1956. Nosotros estábamos presos. Lo oímos por radio. Sofocada la rebelión y fusilados los que pudieron agarrar en ese momento, civiles y militares, Valle se entregó porque dejó de regir la ley marcial. Creyó que estaba segura su vida. Pero Aramburu, presionado por los gorilas que tenía a su lado, lo fusiló igual. La noche antes, la hija del general Valle, Susanita Valle, intentó hablar con Aramburu y en la Casa de Gobierno le contestaron: «El Presidente duerme». De esa frase salieron poesías. Agigantó el fervor peronista de la resistencia. Los fusilamientos tuvieron el efecto de generar en el peronismo un sentido de rebeldía y de mística que no teníamos cuando había caído Perón.

– ¿Cuál fue el error de esa caída, mirando en retrospectiva?
– El no cae por sus errores, cae por sus aciertos. El cambió la cultura de la gente. Le dio dignidad a la gente pobre e indefensa. Defendió los derechos humanos, los derechos del trabajador. Instaló toda una generación de avanzada. Hizo muchas obras. En ese sentido, nadie lo desconoce. Eso provocó el rechazo, la resistencia y después el odio de la clase dominante que vio perdido su poder…

– Decían que era un autoritario…
– Mire, se ha inventado mucho. El peronismo no mató a nadie. Que me digan dónde están los muertos. Ahora, eso sí, a Perón se le iba la lengua: «¡Cinco por uno!», decía. Mataban a cinco peronistas y a ninguno de ellos. «¡Tres metros de piola!», decía… A quién van a ahorcar si los ahorcados eran amigos nuestros. En todo caso, nosotros éramos revolucionarios y sanguinarios gestuales, pero en los hechos, los que apresaban, los que torturaban, los que mataban eran nuestros enemigos.

– ¿Cuál es su opinión de Kirchner?
– Es un buen Presidente. Nosotros lo estamos acompañando. Espero que él se haga merecedor de este crédito. Es un Presidente que hace valer su autoridad como Presidente que estaba muy devaluada en la Argentina. Kirchner ha despertado un sentido de autoestima que los argentinos habíamos perdido por tanto manoseo de los organismos internacionales, de los acreedores exteriores. Eso le ha valido buena parte del apoyo que él tiene.

– Después de tanta experiencia en la política, ¿cuál cree usted que debe ser el rumbo a tomar por estos países del continente sumidos eternamente en la pobreza y en la lucha fratricida?
– Para eso es necesario la unidad de los países en un programa de desarrollo conjunto. Para eso hay que contar con recursos. Hay que contar con reformas para que los que más tienen más aporten a un proceso de crecimiento, sin el cual no hay posibilidad de justicia social. El crecimiento es la condición necesaria, aunque no suficiente para el desarrollo social. Hay ciertos equilibrios en la economía que están más allá de la derecha y la izquierda. Tener el presupuesto equilibrado no es un teorema político. Es una igualdad matemática que, si no se respeta, da origen a los descalabros más inéditos. Estamos aprendiendo que la democracia con sus defectos es la única manera de gobernar nuestros pueblos. Tenemos que alentar las burguesías nacionales, que son las que invierten. Tenemos que dar una respuesta a las masas indigentes, crear, por ejemplo, un seguro de desempleo latinoamericano, de manera que no haya una sola persona que deje de percibir aunque sea un mínimo y que eso sea financiado por los organismos internacionales.

– ¿Cuál es su opinión del apresamiento de Lino Oviedo?
– Para mí, un político no tiene por qué estar preso.

– ¿Quién fue el mejor gobernante y el peor para usted en su país?
– El mejor, Perón, toda la vida. El peor, Alejandro Lanusse, un bruto total. Noo, mal tipo, mala entraña. ¡Que Dios me perdone! Está muerto.

– ¿Civiles?
– Creo que De la Rúa le gana a todos. Yo fui autor de un chiste en la época de él. Decía: «Argentinos, ¿ustedes se dan cuenta de lo que puede ser un domingo en la Argentina, lluvioso, sin fútbol y con De la Rúa como Presidente? !Qué aburrimiento¡». Le tengo una simpatía personal, pero fue de los peores, traicionado por sus íntimos…

– ¿Acaso la traición no es un modus vivendi de los políticos?
– No, esos son, generalmente, los periodistas, no los políticos (ironiza).

– En el peronismo, ¿quién fue el peor?
– Fui yo, porque no llegué a presidente. Nadie es profeta en su tierra. Por lo menos ahora soy presidente de la Copppal (sonríe).

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