El 16 de a gosto de 1869, pocos meses antes de terminar la Guerra de la Triple Alianza (Triple Complot) contra el Paraguay, se perpetró el mayor genocidio de niños de la historia universal.
Ese día, cientos de niños murieron asesinados por las hordas invasoras en el campo de batalla de Acosta Ñu, trágico exterminio que sustrajo al Paraguay su futuro
Masacre que, los imitadores de Herodes tradujeron a su idioma como “Batalha do Campo Grande”, acontecida en Barrero Grande (hoy Eusebio Ayala), a 72 Km. de Asunción, en la zona donde fluían mansamente los arroyos Ypa’ũ y Yukyry
Es cierto que eso ocurrió hace ya 154 años, pero solo el recordar esa cruel matanza, atrocidad que, los genocidas con inigualable saña han cometido con nuestros niños, aún nos causa una irrefrenable irritación, hierve nuestra sangre, nos sigue doliendo y nos rebela profundamente
Pero no es nuestra intención escarbar en ese indignante acto de barbarie, sino expresar a los mandatarios de turno de nuestro país que ese día sea fijado oficial y definitivamente como “Día de los Niños Mártires de Acosta Ñu” y no como el “Día del Niño paraguayo» en conmemoración de uno de los acontecimientos primordiales que exaltaron y afirmaron nuestra patriotismo como legado inmarchitable.
Y por que nó, que también en todas las escuelas, colegios e instituciones del Paraguay, se conmemore esa fecha del martirologio como tal y que, cada ciudadano, en homenaje a ese día se pongan dos brazaletes: una cinta negra de luto y una cinta tricolor con la leyenda:
- “¡PARAGUAY VIVE!”
Excelente reflexión que como Argentino me a erguenza, pues nuestro país fue cómplice en ese genocidio