La “guerra del agua y de la sed”…

Los libros de historia suelen señalar que la Guerra del Chaco en la cual se enfrentaron Bolivia y Paraguay, era la guerra del petróleo impulsado por intereses extranjeros.

Tal vez haya sido así, a la que tal vez habría que sumar otros factores asociados a la explotación del tanino en el Paraguay. 

Fortin de Yrendaguüe

Pero para los hombres de carne y hueso movilizados de uno y otro bando, aquella fue “la guerra del agua y de la sed” que mataba más que las balas enemigas.

La guerra más cruenta que los soldados debían librar para sobrevivir en ese infierno verde que era el chaco paraguayo. El agua potable, fue el “oro ku’í” en la Guerra del Chaco. 

Y, lógicamente, nuestro ejército, para sobrellevar el conflicto armado contra el agresor boliviano, debía asegurarse la provisión de agua en ese inhóspito territorio. 

Para ello había que recuperar los pozos de agua ubicados en el Fortin Yrendagüé, reducto donde Bolivia logró desalojar a los paraguayos que la tenían en su poder. Este fortín se volvió importante luego de que el equipo paraguayo de excavación de pozos encontrara allí, por primera vez en el Chaco, una napa con abundante agua dulce. El descubrimiento del agua se hizo el 27 de octubre y trece días después -9 de noviembre -el fortín caía en manos de los bolivianos. 

La hazaña de retomar el fortín fue obra del coronel Eugenio A. Garay, quien con su tropa tuvo que recorrer 70 kilómetros a través de un desierto carente de agua, en un monte cerrado, en pleno verano, con una temperatura de más de 45  grados a la sombra. 

“NO MURÁIS TODAVÍA, HIJOS MÍOS, OS PIDO QUE SOPORTÉIS DOS HORAS MÁS PARA IR A MORIR TODOS JUNTOS EN YRENDAGÜÉ”, exhortó el Cnel. Eugenio A. Garay a sus soldados que penosamente marchaban rumbo al estratégico objetivo 

En esa ocasión, durante el difícil trayecto previo a la batalla final, el soldado paraguayo, el “pila”, demostró una vez más toda su valía, su firme determinación y su estoicismo para enfrentar situaciones límites 

La victoria de la Batalla de Yrfendagüe fue llamada también el milagro del agua de la Virgen de Caacupé

La increíble y audaz maniobra de infiltración hacia la retaguardia enemiga se vio coronada por la victoria paraguaya. Ello ocurrió el 8 de diciembre de 1934, día de la Virgen de Caacupé. Una fecha con fuerte contenido religioso para los nuestros. 

Su triste contracara fue el pavoroso desastre boliviano, ya que Yrendaqüé era único depósito de agua del que disponían los bolivianos quienes, en esos momentos, se alistaban para marchar sobre el río Paraguay. El ejército se dispersó en el desierto y millares de hombres murieron de sed. 

La guerra recién terminaría seis meses después. Pero las muchísimas secuelas indeseables que también originó la contienda, perduraron en el tiempo marcando a fuego a los que lograron sobrevivir y a los familiares de los caídos. 

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