El idioma guaraní y la educación en el Paraguay

Dijo Roa Bastos: nuestro país “es una isla rodeada de tierra», y «el infortunio se ha enamorado del Paraguay«. Señaló asimismo «Los regímenes dictatoriales han oprimido especialmente a la cultura y la educación” y que “el exilio es una doble mutilación: la pérdida de un territorio y luego la pérdida de la lengua.

«Hoy me encuentro escribiendo una lengua que no es la mía, es la del exilio».

Por ello, de vez en cuando, resulta necesario  poner nuevamente en el tapete ciertas cuestiones relacionadas con la lucha por el conocimiento en el Paraguay y los pensamientos que sobre el tema han expuesto en otra época, dos paraguayos con distintas –contrapuestas- visiones conceptuales.

Sistema educativo no avanza /Foto:abc.com.py

Y, posteriormente, analizar el estado actual de la educación en el Paraguay y sus perspectivas futuras de cara a los cambios que en dicho ámbito han ocurrido en el mundo. Hoy por hoy, el sistema educativo paraguayo se encuentra en el puesto número 138 de un ranking de 148 países.

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La lucha esencial (artículo publicado en lanación.com.py el 23-05-09)

Por Alberto Vargas Peña (*)

En el Paraguay la única lucha que debe ser librada es la única que no comienza: La lucha por el conocimiento.

Instrucción no es conocimiento. Educación, tampoco. El conocimiento implica comprensión de la información recibida y la posibilidad de una aplicación inteligente. En el Paraguay se recibe información y ciertas formas de educación, pero no se enseña a comprender, porque con el idioma guaraní como idioma base, la comprensión es imposible.

Imagen: portalguarani.com

No solamente el idioma guaraní conspira contra el conocimiento de los paraguayos. 500 años de desinformación católica, todavía en boga, son un factor tremendo contra la posibilidad de informarse, comprender y entonces conocer, de los paraguayos. Con el cerebro cerrado por la desinformación religiosa, el paraguayo no acepta información ni la comprende. Por supuesto, no la procesa.

La información católica comienza por el catecismo, un sistema de imponer verdades “reveladas” en las que hay que creer sin analizarlas ni discutirlas. La base condiciona el resto. Esa es la razón por la cual el paraguayo nunca deja de creer en alguna afirmación propalada por alguien al que respeta o tiene fe.

Mientras estos dos factores no sean eliminados, la información no servirá para nada a los paraguayos, al contrario: El catecismo y el guaraní son sus peores enemigos, pero el paraguayo está convencido de lo contrario; et ubi peccat.

Nunca se ha hecho, o por lo menos yo no estoy informado, una encuesta o un análisis del nivel de comprensión de los estudiantes paraguayos. Qué información reciben y cómo la comprenden. Cómo pretenden aplicarla. Qué concepto tienen del argumento de autoridad. Un análisis de eso despejará muchísimas incógnitas y tal vez derrumbe muchas creencias. Hay que establecer categorías, los guaraní parlantes, los bilingües y los castellano parlantes. Un análisis así informará acerca del verdadero efecto de la educación paraguaya, todavía orientada por los jesuitas, por el eterno efecto paraguayo: Insistir en el fracaso.

La educación paraguaya es un fracaso descomunal y por consiguiente el desarrollo paraguayo es deficiente. No se puede progresar sin conocimientos, y mucho menos en esta era, precisamente denominada del conocimiento. El Paraguay es el último país del mundo, en todo, porque es generalmente ignorante. La ignorancia no es simplemente el desconocer cosas, sino, esencialmente, no comprenderlas.

La lucha esencial es, por lo tanto, cambiar radicalmente la orientación de la educación, suprimiendo el factor religioso e insistiendo en el dominio del idioma castellano, aunque desaparezca el idioma guaraní, que de todos modos no es ancestral sino una creación artificial de los jesuitas, y actualmente de algunos lingüistas modernos, sobre todo Decoud Larrosa.

Educar es abrir mentes. Si existen factores que las cierran o no les permiten una comunicación comprensiva, hay que eliminarlos. Conquistar el futuro a veces suele implicar disminuir la importancia del pasado. Es, muchas veces, un acto de valor. Pero sin educar no habrá desarrollo, ni nada que se le parezca. Educar es pues lo esencial.

La repetición de errores para atender creencias y sentimientos es un acto supremo de cretinismo.

(*) político, periodista y pensador liberal fallecido el 24 de noviembre de 2015

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Réplica de Ricardo Medina Esquivel (*)

El articulo de Vargas Pena,…y digo Pena!, causa pena. Huele al sempiterno discurso de cierta «raza» a la cual pertenecía el insigne Cecilio Báez y la caterva europeísta que se instalo en el país después de la guerra del Setenta.

Vargas Pena al igual que toda su progenie es cultor de un liberalismo ultramontano que ya no lo profesa ningún liberal. Tuvo sus inicios con las teorías racistas de Spencer, a los que le siguieron varios otras adiciones entre los que estuvieron personajes siniestros proto-fascistas y nazis.

El periodista sin embargo aduce la cuestión de la «educación» y venga al caso, la educación en la mayoría de los países del llamado tercer mundo es un artículo de lujo, sea en el más puro ingles o el español académico. 

En el fondo de las elucubraciones de Varga Pena hay además de un «split» rotura y disgregación cultural una profunda ignorancia, pues en realidad si algo el paraguayo puede reivindicar como suyo es rico medio de expresión que hoy por hoy no solo goza de buena salud, mas también se robustece con nuevas adquisiciones de todas las ramas del saber.

Alfabeto guaraní – Aguegety

Vargas sufre además de un complejo muy arraigado en algunos paraguayos urbanos, particularmente con supuesta educación, el creer que el Paraguay tiene sus problemas socio-económicos y políticos debido al «cretinismo que trae el idioma guaraní».

En realidad si habla de «cretino» le puede suceder que es el que le mira en el espejo, un cretino que no se reconoce en su propio pueblo y en su propia cultura, fantasma a quien embargo le persigue, pese a sus poses «civilizadas», el OTRO esta allí esperándolo, y algún día volverá, como todo hijo pródigo al redil de su pueblo y su verdadero yo. 

(*) historiador, escritor  e investigador residente en Londres

 

 

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