Cien años de la voz poética y comprometida del continente

Por Silvina Friera (*)

Por el centenario del nacimiento del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos habrá jornadas en Buenos Aires y La Plata, y las editoriales independientes Mil Botellas y Eterna Cadencia vuelven sobre su narrativa con ‘Encuentro con el traidor y otros cuentos’ y la reedición de ‘Yo, el Supremo’.

La tragedia abre heridas y muestra úlceras apenas recubiertas por un fino papel. La prosa de Augusto Roa Bastos, un trágico paraguayo que vivió casi treinta años en la Argentina, reaparece con la elegancia y la poética de los mejores escritores latinoamericanos a cien años de su nacimiento, que se cumplirán el próximo 13 de junio.

Foto: pagina12.com.ar
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No es casual que dos editoriales independientes vuelvan sobre la narrativa de Roa Bastos como lo hace Mil Botellas con ‘Encuentro con el traidor y otros cuentos’ y Eterna Cadencia con la reedición de “Yo el Supremo’, con un prólogo de Josefina Ludmer (1939-2016), tomado de Cuadernos Hispanoamericanos. Los homenajes, congresos y encuentros para celebrar al autor de El trueno entre las hojas (1953), Hijo de hombre (1960) y El baldío (1967), entre otros libros de cuentos y novelas, se extienden de Asunción hacia el mundo.

“Realmente nunca me sentí exiliado en la Argentina, país en que me habría gustado nacer si el Paraguay no hubiera existido. Y Buenos Aires siempre fue para mí y lo seguirá siendo hasta el fin de mis días la ciudad más hermosa del mundo, intemporal, cosmopolita y mágica. Un puro espejismo sobre el vértigo horizontal de la llanura pampeana”, reconoció Roa Bastos.

El lugar que ocupó como paraguayo en la literatura argentina le dio la visión para comprender la importancia de abrir puertas a estos otros escritores, que llegaban con voces distintas desde sus provincias y no tener que adoptar las formas porteñas para poder asumir un lugar de relevancia en la literatura argentina”.

El guaraní dentro del boom – Ramón Tarruella, nacido en Quilmes y afincado en La Plata, escritor y editor de Mil Botellas, recuerda que Roa Bastos vivió entre 1947 y 1976 en la Argentina. “Llegó al país como otros tantos artistas paraguayos, algunos expulsados por el dictador (Higinio) Morínigo y otros que ya estaban de antes, también exiliados. Entre ellos, el poeta Elvio Romero, también los músicos Herminio Giménez, José Asunción Flores, Mauricio Cardozo Ocampo, que dejaron una impronta en el folklore argentino.

Todos ellos parecieron cruzar la frontera para ponerles voz y melodía a la cantidad de paraguayos que deambularon y deambulan por el país, desde fines de los ‘40. Roa Bastos escribió lo mejor de su literatura en la Argentina.

El mundo cosmopolita porteño es lo que le permitió combinar, en su literatura, la vanguardia de los ‘60 con la tragedia de su país, incluir al guaraní dentro del boom latinoamericano.

También su estrecha relación con el cine, ya que hizo guiones de culto como Shunko o Alias Gardelito, ambas de Lautaro Murúa, como también Ya tiene comisario el pueblo de Enrique Carreras. O sus amistades con Eloy Martínez, Ernesto Sabato y Ricardo Piglia”, explica Tarruella. “Roa Bastos fue una figura importante en el Buenos Aires de los ‘50 y ‘60. Lo primero que publicó en el país fueron los cuentos El trueno entre las hojas (1953) y la novela Hijo de hombre (1960).

Con la película de Armando Bo, El trueno entre las hojas de 1958, logró notoriedad, porque la película fue vista por miles de espectadores, y con Hijo de hombre, prestigio como escritor de culto. En esos primeros años, Roa Bastos osciló entre Isabel Sarli protagonizando uno de sus personajes y la complejidad narrativa que logra en su novelística. El multiplicó sus facetas, ató lazos entre los espectadores de las películas de Bo con el jurado que le otorgó el premio a mejor novela Hijo de hombre en 1960. Y eso pudo hacerlo en una ciudad como Buenos Aires”, agrega el escritor y editor quilmeño.

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