“¡Ajohuma!” he’i Arquímedes: Hallazgos de franceses en un libro en guaraní del siglo XVIII

Alex López Rolón

 

 

Posteado por Alex López-Rolón el 27-04-2017 /abc.com.py (*)

Cuando era tan pequeño que aún podía caminar erguido debajo de la mesa tuve mi primer contacto con la injusticia y la crueldad. Una de las más terribles enfermedades neurológicas terminó por apagar la vida de Pedro, mi padre, después de una larga, dolorosa e inmerecida agonía.

Aunque dicen que el tiempo es el gran sanador, la historia de Pedro aún me duele en el alma, y al mismo tiempo me reconforta, me inspira y me llena de nostalgia por hasta los momentos que pudieron haber sido. Solo conozco retazos de la historia de Pedro. Cada fragmento recuperado de la memoria de los que le conocieron es una gran victoria sobre el olvido de una persona que merece ser más conocida.

La historia de Pedro es similar a la historia del país en el que le tocó nacer a él y a mi. La verdadera historia del Paraguay, que tampoco fue olvidada por la injusticia y la crueldad, está aún por ser contada en su totalidad. Debe ser reconstruida pacientemente apartando a los hechos de la ficción.

Un aspecto, víctima con frecuencia de un falaz mejunje que ni embellece cicatrices ni cura heridas históricas, es la diglosia paraguaya.

En caso de que el lector nunca haya estado en Paraguay o su contacto con el país haya consistido en un par de horas en Ciudad del Este luego de visitar a las Cataratas del Iguazú, permítame explicarle que la vida en Paraguay está permeada por el español (i.e. castellano) y el guaraní, pero la primera al ser la lengua del colonizador goza de mayor prestigio, a pesar de que la segunda es la lengua de la mayoría. Es un fenómeno que podemos observar no solo en Paraguay sino en muchos otros países y es emblemático de la profunda desigualdad que siempre ha caracterizado al Paraguay.

Los defensores de esta diglosia argumentan que el guaraní embrutece, que no es un idioma que se preste a ser usado en las aulas para la enseñanza. No se puede filosofar, hacer ciencia o tecnología en guaraní. Para eso está el español plantean como si mencionasen un truismo (verdad obvia, o evidente)

Hoy en día, a diferencia de la época de mi abuelo materno Don Casimiro que prohibía a su progenie hablar en guaraní, se ha vuelto políticamente incorrecto el confesar tan claramente adherencia a la vergonzosa diglosia paraguaya, pero el hecho de que el guaraní no sea idioma de instrucción de ninguna institución educativa y que no sea una lengua de trabajo del estado es prueba suficiente de que la diglosia obviamente sigue existiendo.

Facsímil de una página del libro
Facsímil de una página del libro

Los psicólogos sabemos, primero, que no existen lenguas más brutas que otras y que cualquier lengua puede ser usada para las actividades académicas más exigentes. Es cuestión de proponérselo colectivamente, de exigirlo al estado sin aceptar “no” como respuesta. Segundo, la diglosia paraguaya es una suerte de “profecía autocumplida”, es decir, como se decidió que el guaraní no puede ser un idioma “culto” no se intenta darle ese carácter y como resultado la diglosia sigue siendo parte de la vida cotidiana del paraguayo.

“¡Ajohuma!” he’i Arquímedes

Irónicamente para encontrar la primera evidencia histórica que refuta la tesis de los apologetas de la diglosia paraguaya tuve que ir a una serie de charlas en el afamado Instituto de Estudios Avanzados de Paris (IEA). Afortunadamente las voces clamantes a las que tuve el placer de conocer viven en Paris y no en el desierto.

(*) Para profundizar el tema VER ARTÍCULO COMPLETO en www.abc.com.py – No tiene desperdicio

N. de R. “Ajohuma” es el nombre dado por Alex López Rolón – psicólogo paraguayo actualmente radicado en Alemania- a un tratado escrito por los jesuitas  posteriormente traducido al guaraní por ellos mismos. Y lo relaciona con la famosa palabra pronunciada por Arquímedes “Eureka” (lo encontré, lo descubrí)”. La manera correcta de escribir en guaraní ese término es “ajuhuma”.

About the author

Deja un comentario