La transculturación Paraguaya – Argentina

Por Maximino Verza (maximinoverza2000@yahoo.com.ar)

“La transculturación es el proceso que se desarrolla cuando poblaciones diferentes se ponen en intimo contacto que se transmiten unas a otras pautas culturales que provocan cambios en sus actitudes, hábitos y valores”-(Nasim Yampey: “Migración y Transculturación”. Editorial Galerna, Buenos Aires, 1982)

—————-La mujer paraguaya, como siempre,  en defensa de nuestra cultura.

No hace mucho, recorriendo la plaza “La Isla de La Paternal”, lugar donde estaba ubicado el Albergue Warnes, me llevé una muy agradable sorpresa al ver a una pareja de jóvenes, que estaban descansando y tomando tereré con la clásica guampa y termo forrados de cuero. ‘Mba’eichapa’, les dije como saludo.

Enfermera paraguaya en la guerra del Chaco 1932/35 /Foto: portalguarani.com

El joven, sonriendo, me dijo: no soy paraguayo, pero, como si lo fuera, porque, desde chico, con Jerónima, la señora paraguaya que ayuda en la casa, aprendí a tomar tereré con yuyo, ni que decir de las comidas que ella prepara, como  tortilla paraguaya, sopa paraguaya, vori vori, chipa.

Siguió contando, que los tres hermanos, “fuimos criados por ella y que algo de guaraní entiendo, especialmente, las malas palabras”. Cada vez, que nos volvemos a encontrar, nos saludamos.

 Aquél encuentro, me sirvió como  factor disparador en reflexionar acerca del rol  sustancial que nuestras mujeres paraguayas, que realizan sus tareas laborales en casas de familias, desarrollan  silenciosa, pero activamente, en la expansión de nuestra cultura en el núcleo mismo de la sociedad porteña, como es la familia.

Conocemos infinidad de ejemplos de las peripecias que pasaron nuestras jóvenes, que al cuidado de los abuelos o de una tía, dejaron al hijo o la hija, que buscando mejores horizontes, un futuro mejor, emprendieron la forzosa aventura de abandonar el terruño.

Con la fama que tienen las paraguayas de ser buenas personas y mejores laburantes, pronto consiguen un trabajo digno en la casa de familia. Cocineras, cuidadoras de los chicos o de los abuelos, lavadoras, planchadoras, limpiadoras, acompañantes e infinidad de otras tareas, son rutinas diarias, que las hacen con amor.  Estoy seguro, que son más de miles, los porteños que fueron, son y seguirán educados y cuidados por alguna mujer paraguaya.

Cuantas veces habremos escuchados a nuestras madres, tías, esposas, hermanas, o porqué no, a nuestras hijas, o amigas, en reuniones familiares o sociales, frases como estas: “hoy, hay fiesta en la casa de mi patrona, y me pidió que le preparara sopa”, “es el cumpleaños de la hija de mi patrona, le tuve que hacer chipas”, “los patrones van a la fiesta y tengo que cuidar a los chicos”. “me pidió mi patrona, un mantel de aó poi, para regalarle a una amiga”   Frases parecidas, abundan.

Las Residentas, eran mujeres paraguayas que acompañaron al ejército del Mcal. López durante toda la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay (1865/70)

Como aquellas Residentas, que reconstruyeron  la patria, después de la guerra de la Triple Alianza, abocadas  en múltiples tareas: madres, padres, labradoras, constructoras de escuelas, o como aquellas, que ocuparon la retaguardia en la guerra del Chaco,  reemplazando a los hombres, en sus tareas laborales, que con sus esfuerzos, el Paraguay, en los tres años que duró la guerra, produjo más bienes de producción que en época de paz, que además, de abastecer a nuestras fuerzas y a la población, nuestro país vendió más productos al exterior, por consiguiente, disponiendo de más divisas  con que se adquirían los elementos bélicos necesarios.

Ahora, en tiempo de paz, están conquistando a ésta ciudad. Ciudad ingrata,  que siempre mira al otro lado del océano, olvidándose de su origen indiano.

Cómo olvidar a Ana Díaz, la mestiza paraguaya, que desafiando las leyes o las cerradas costumbres machistas de la época, se alistó entre las 65 familias y más de 3.000  indios guaraníes, constituyéndose como la única mujer, miembro de familia que, formó parte de la segunda fundación de Buenos Aires y además, fue madre del primer porteño, nacido en esta tierra.

Por todo esto, y no por generación espontánea, tanto en las calles y panaderías y confiterías de la ciudad de Buenos Aires, como en el cono urbano bonaerense, abundan las ventas de los productos culinarios del Paraguay. Los porteños ya los tienen incorporados en su menú diario. Chipa, sopa, kokito, palito, galleta, dulce de maní, mbeyú ha eré eréva (digas lo que digas), los encontramos a la vuelta de la esquina.

Gracias, mujer paraguaya, que como dijo el Papa Francisco: “es la más gloriosa de América”.

 

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