La doble condena. Comunidad paraguaya en Argentina

Rocco Carbone / Gustavo H. Torre (*)

La mayor comunidad migrante residente en Argentina –y particularmente en el Gran Buenos Aires– es la paraguaya. Los movimientos migratorios entre ambos países pueden rastrearse desde el siglo XIX, pero es a partir de la segunda mitad del siglo XX que se intensifican y se vuelven manifiestos.

Xilografía de Enrique Collar
Xilografía de Enrique Collar

Para  leer e interpretar los movimientos migratorios deben considerarse tanto los factores que impulsan a cruzar una frontera como las características del lugar de destino; y también, ineludiblemente, un momento (eventual): el regreso al país de origen. Los procesos políticos y económicos propios del país de origen impactan a menudo en la expulsión de ciertos sectores de la población: aquellos que no tienen otra opción que no sea migrar. De aquí desciende que la migración es una forma de la expulsión.

En la segunda mitad del siglo XX podemos observar un movimiento migratorio que es empujado en primer lugar por razones políticas. El stronismo y su política represiva sobre los sectores opositores implicaron un flujo constante de población entre Paraguay y Argentina. Expulsión política. Esos migrantes hoy son padres y abuelos de argentinas/os.

Desde la década de 1970, junto con la “revolución verde” en el agro paraguayo, comienza un proceso de expulsión de población rural hacia las zonas urbanas paraguayas y las de otros países. Este proceso comenzó a profundizarse con la caída del régimen stronista en 1989, las medidas neoliberales y el modelo de producción transgénico de soja para la exportación. O sea, que a la expulsión política se le suma la económica.

Estos desplazamientos tienen como punto de llegada áreas urbanas tales como Asunción, Encarnación, Ciudad del Este, Concepción, pero también Posadas, Formosa y Buenos Aires, y sus puntos de irradiación son las zonas rurales.

El agronegocio provoca desplazamientos poblacionales internos y externos, siempre con una misma direccionalidad: rural – urbano. En el segundo y tercer cordón del Gran Buenos Aires hay barrios enteros que tienen la estructura urbana, simbólica y cultural de barrios paraguayos. La Matanza, San Miguel, Malvinas Argentinas, Moreno, Pilar, Lanús constituyen núcleos en donde la (s) comunidad(es) paraguaya(s) reside(n) y recibe(n) migrantes. En el barrio hablan guaraní, flamean banderas paraguayas, olimpistas y cerristas. El tereré es el “verdadero” tereré, en guampa, con el termo forrado en cuero con imágenes de la virgen de Caacupé y es común que un auto con altoparlantes anuncie la venta de “Chipa Barrero”.

De esto se desprende que hay un Paraguay en el Gran Buenos Aires. Veamos algunos números censales.

Según cifras del último censo de población realizado en Argentina, los migrantes paraguayos radicados son 550 mil. Estamos frente a la mayor comunidad de migrantes en el país. Esa cifra es aún mayor ya que una gran parte de migrantes no se encuentra legalizada. 550 mil personas resulta ser un poco menos que el 10% de la población total paraguaya. Según el censo realizado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) en el año 2001 la comunidad paraguaya en la Argentina contaba con 325 mil residentes, pero datos extraoficiales los situaban alrededor del millón. Por lo tanto, no sería descabellado pensar en una cifra como la de un millón y medio para el año 2016

(*)  www.grupo.paraguay.org (fragmento de la ponencia presentada en el IX Taller: “Paraguay desde las Ciencias Sociales”, junio 2016)

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