Dímelo, no te calles // Yo, Otelo // Manantial

Dímelo, no te calles

Trigidio González Candia*
(de “Palabras de Amor y quemaduras”)

Dímelo ya mi amor si no me amas;
puedo resucitar desde el dolor ,
pero no de la incertidumbre.
Atrévete a decirme la verdad por vez primera,
mirándome a los ojos sin temor a la mentira.

Yo te amo con toda mi alma
y no puedo obligarte a sentir lo mismo.
El amor es libertad por naturaleza.
El que ama lo hace sin condiciones,
por el solo hecho de amar se siente libre
y hace lo que quiere con el que ama,
porque sabe que jamás le hará algún daño.

Dímelo ya mi amor, pero no te calles,
puedo presentir que tus palabras
de amor, ya no tienen fuego,
han perdido su alma en el camino
y llegan a mí como puñales de hielo,
matándome lentamente porque aun te creo.

Sin embargo tus gestos te delatan,
y no puedes sostener ni la mirada.
Me duele que mis caricias rechaces,
que a mis besos tus labios no respondan.
Dímelo ya mi amor, no habrá reproches,
la verdad curará todas mis llagas.

*poeta paraguayo residente en Argentina

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Yo, Otelo

Delfina Acosta, poeta paraguaya contemporánea

Te celo de las niñas imposibles,
rostros de brasa y lágrimas de nieve.
Me encuentras a tu madre parecida,
y de razón mudable cuando llueve.

Te quiero y tú me quieres, mas no basta,
ni esta promesa de quererse siempre.
Mi amor lleva mi letra simple y triste.
El tuyo es una carta que se enciende.

A veces miras sin notar el cielo
y dices, por ejemplo, que me quieres.
Yo juego a que estoy muerta y me distraigo
mirando cómo el pasto se oscurece.

Y por amarme y por besarme tanto,
y por morderte y luego por lamerte,
cayó el adiós, cayó después la lluvia,
en esta última tarde de diciembre

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Manantial

Gina Escobar (Poeta argentina contemporánea)

En tu piel de musa
descansó mi errancia
sus pesares.

Origen del poema,
tu vientre,
hizo añicos lo incierto
fecundando el aire.

Asombrada
de guijarros rumorosos
de tu boca
subió el canto
hasta la raíz
del alma mía.

Bebí
de tus senos chocolate
la libertad que supo
descubrirme
hembra una mañana.

A manzana y luna
sabían
tus pezones.
A mujer entera.
Sabían a ternura.

Con dorado hilo
el terciopelo.
vio brillar
tu rastro
enaltecido.

Enmudeció la noche
en lo profundo de tus ojos
Escandalizaste
al sol, fanal de luz
resplandeciente
y tibio.

Oculta la pena
tras la cornisa de tu talle
nunca pudo
parirse tristeza…
Hasta tu marcha.

Fue entonces
cuando la madera
de tu esencia
reverdeció
en las guedejas
de tu estampa.

Odas
se escribieron
incansables
repitiéndote.

Cómplice amiga,
noble proceder,
almizcle y menta.
Pájaro grácil,
jazmín y hiedra.

Roca antigua
de bravura indómita
Morena mbareté*,
mi vieja.

Aparejo mis naves
en la embrocadura
de tu nombre.
Empalmo mis aguas
en tu río.
Oteo horizontes
en busca
de tu paso

y echo a navegar,
desde tus alas,
mi propio destino.

*mbareté: Del guaraní, fuerza, coraje, bravura, valentía.

Primer premio 1° Concurso Literario Internacional de Poesía y Narrativa Campana 2008:“DIA DE LA MADRE”

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