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La escuela popular de adobe de Areguá

Oscar Lescano Barreto (*)

La tranquila ciudad de Areguá, conocida por su rico mercado de artesanía en cerámica, es la sede de la Escuela Popular El Cántaro, edificada con adobe por sus propios alumnos y que ahora cuenta con un gigante tatacuá como mediateca. Ésta es su historia.

La Bio Escuela Popular El Cántaro concentra a alrededor de 300 alumnos de todos los rincones de Areguá, a través de sus 18 talleres. Probablemente, hasta aquí no se trataría de ninguna hazaña, no hasta conocer su historia.

Joe Giménez, directora cultural de El Cántaro, relató que los talleres están en funcionamiento desde hace 7 años y que comenzaron con un puñado de alumnos en la Galería de Arte que lleva el mismo nombre de la escuela, pero que debido a la creciente cantidad de interesados se vieron obligados a buscar un lugar más grande.

“Nos vimos obligados a salir a las calles, tres años recorrimos patios de las casas, las plazas, pero era muy incómodo estar cambiándonos de lugar, entonces dijimos que era tiempo de tener un lugar propio”, comentó.

Fue así que lograron un acuerdo para ocupar una casa abandonada en las cercanías del lago Ypacaraí, la cual fue restaurada con los propios alumnos para funcionar como sede de la escuela; sin embargo, la necesidad de contar con un edificio propio fue en poco tiempo una necesidad.

Poco tiempo después, con una importante donación del Fondec y un esfuerzo casi sobrehumano de los responsables de la escuela, Joe, su marido Gustavo Díaz y algunos voluntarios lograron adquirir un terreno de G. 70 millones a pocos metros de la histórica estación del tren de la ciudad, con lo que el sueño empezaba a tomar forma.

La siguiente consigna era edificar la escuela, pero, ¿cómo hacerlo si se trataba de un emprendimiento completamente voluntario y no contaban con suficientes recursos?

Entonces -explica Joe- mi marido Gustavo dijo: ‘Vamos a empezar a construir de adobe. La consigna era rescatar esa técnica que estaba quedando en el olvido y era un recurso válido, ya que no teníamos dinero, entonces era una forma económica de demostrar que se puede edificar así.

De esta forma, el Oga Guasu fue naciendo de la tierra misma, esculpido por las manos de los propios alumnos a través de la ancestral técnica que en siglos pasados fue el método de construcción por excelencia.

La construcción demoró casi dos años, entre enero de 2012 y diciembre de 2013, ya que solo se trabajaba en ella los fines de semana y feriados, pero finalmente tenían ante ellos el espacio que tanto anhelaban.

(*) LEER NOTA COMPLETA EN www.abc.com.py

 

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