Solamente apelando al lenguaje futbolístico puede tratar de entenderse la metida de pata que hizo Mauricio Macri, al haber optado por Horacio Rodríguez Larreta como candidato a sucederlo en la ciudad de Bs. As. en desmedro de Gabriela Michetti.
A nuestro criterio, tal decisión no condice con sus pretensiones de ser Presidente de la República Argentina. Un líder que aspira a gobernar un país, no debería haberse metido en la interna de su partido en plena época de ebullición electoral e incierto resultado.
Pero ya cruzó el Rubicón y la suerte está echada: si gana su candidato sus chances de erigirse en presidente se verán disminuidas pues los votos “michettistas” pueden tomar otro camino.
Y si, en cambio, su candidato pierde, la sociedad lo verá como una derrota del intervencionismo macrista en su propia ciudad y se pondrá en duda su idoneidad para manejar un país, perjudicando su proyecto presidencial.
No obstante, el resultado electoral del domingo pasado de su caballito de batalla en Santa Fe y la holgada victoria de su aliado radical en Mendoza le permite un leve respiro.
¿Cuánto durará?