Se reitera la historia en el Pilcomayo

Por Horacio Sosa*

La Argentina, sin previa consulta con el Paraguay, volvió a abrir un nuevo canal para asegurar el desvío del río hacia el interior de la provincia de Formosa. Esta es una acción que se repite reiterativamente, de tanto en tanto, de acuerdo a la conveniencia de nuestro vecino del sur.

Las aguas de este río, durante el periodo de creciente del verano austral, traen cantidades astronómicas de sedimentos que siempre terminan taponando los canales, sean estos naturales o artificiales, tanto en territorio argentino como en el paraguayo. Ese es el comportamiento normal de este particularísimo río. De manera que no debe causarnos extrañeza el taponamiento del canal argentino por donde fluía el río, evidentemente por un descuido de los argentinos o por la no disponibilidad accidental de recursos para limpiar el cauce. Lo que impulsó a las autoridades hidrológicas del vecino país, con toda seguridad por razonas prácticas, económicas y de tiempo, a abrir un nuevo canal. Y eso de que lo hayan hecho sin consulta previa con el Paraguay tampoco debe extrañarnos, porque también es parte del comportamiento normal de nuestros “hermanos” argentinos”.

Estos hechos tienen su origen en un pecado original. Fue cuando el presidente de la República de Argentina, Saúl Menem, en el año 1990, visitaba al general Andrés Rodríguez, entonces presidente de la República del Paraguay, para jugar partidos de tenis en las instalaciones del palacio en donde vivía este último.

Estas visitas sociales de Menem tenían un solo objetivo: lograr la aprobación de Rodríguez para desviar el río Pilcomayo hacia el interior argentino. En otros términos, “afilarle” a Andrés Rodríguez para quitarnos el río porque Formosa necesitaba con desesperación esas aguas. Este accionar del presidente argentino era tan evidente hasta para el menos avispado de los observadores, que parece mentira que un general del Ejército paraguayo cayera en tan burda trampa. Pero ocurrió. Y el detonante fue que el entonces director del Proyecto Pilcomayo del Paraguay, que ya había trabajado como técnico en el proyecto argentino, por razones desconocidas, se plegó al interés argentino: le dio al presidente Rodríguez su opinión de que el desvío del río se debió a causas naturales. Fue lo más deleznable que se pudo haber hecho en contra de los intereses nacionales del Paraguay, pero se hizo. El Paraguay regaló un río a la Argentina. Y el canal de desvío, abierto con retroexcavadoras, fue oficialmente reconocido por el presidente de la República del Paraguay como “desvío por causas naturales”.

A partir de ahí, nunca ningún canciller del Paraguay, de los muchos que se sucedieron desde entonces, se preocupó de estudiar el problema para tratar de hallarle una solución al interés nacional. Evidentemente todos estos cancilleres fueron arribistas incompetentes e irresponsables cuyo afán era solo lucirse con el cargo. Y ahora llegamos a este nuevo desvío, y a este paso, así seguirá ocurriendo en el futuro.

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