Javier Carrodani (*)
Después de que el presidente electo de los Estados Unidos,Donald Trump, dijera que va a deportar o encarcelar a al menos tres millones de extranjeros indocumentados con antecedentes judiciales, y que trascendiera que el gobierno argentino prepara un decreto para reforzar los controles migratorios en los puestos de frontera, cabe hacer algunas consideraciones acerca del tema de los inmigrantes, que se instala de manera recurrente y polémica en los medios de comunicación y en la opinión pública.
Más allá de la dureza de las políticas que este u otro país quiera implementar en pos de evitar o desalentar el ingreso ilegal de extranjeros a su territorio, la única forma eficaz de lograr ese cometido es que los gobiernos tengan un enfoque global para articular programas de desarrollo económico simultáneo, con políticas que permitan integrar complementariamente las áreas productivas de cada país, en vez de enfrentarlas.
La experiencia muestra que no es algo sencillo de conseguir. El ejemplo del Mercosur es claro: cinco países miembro (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, desde principios de la década del 90, y Venezuela desde su incorporación hace cuatro años) ni siquiera pudieron completar los procesos para fijar un arancel externo común para todo el bloque regional.
¿Cómo pensar entonces en planes más complejos como el postulado en los párrafos previos? Ocurre que también la realidad social golpea duro. En Argentina muchos despotrican contra la radicación de bolivianos, paraguayos, peruanos y colombianos, además de personas oriundas de países africanos y asiáticos.
Lo que ellos no entienden es que todas esas personas vienen a buscar una mejor situación de vida que la que tienen en sus lugares de origen. Claramente son muchos menos los inmigrantes que llegan del denominado Primer Mundo. Al contrario, a esos países son nuestros compatriotas los que van a probar suerte. Por algo será…
(*) cronica.com.ar
