“Madame Lynch, la princesa de la selva”

En la guerra contra el Paraguay, la figura de “madame” Lynch, compañera del presidente Francisco Solano López, se convertirá en legendaria.  Elisa Alicia Lynch tuvo una vida que parece de una novela de aventuras.

Madama Lynch llora desconsolada ante la muerte del Mariscal Francisco Solano López y su hijo Panchito. (Pintura de Fidel David Fernández) – Imagen: Portal Guaraní
Madama Lynch llora desconsolada ante la muerte del Mariscal Francisco Solano López y su hijo Panchito. (Pintura de Fidel David Fernández) – Imagen: Portal Guaraní

Nació en Cork, Irlanda el 26  de julio 1833 en el seno de una familia de ricos navegantes y comerciantes. Se casó con un médico militar francés que la llevó a Argelia, se separó de él y, en París, conoció en 1853 a López. Los jóvenes se enamoraron perdidamente y tras la partida de Francisco, Elisa decidió viajar a Paraguay para reunirse con él y allí convirtió su casa en la más lujosa de Asunción.

Al estallar la guerra, no quiso separarse de su compañero y del primer hijo de ambos, Panchito, compartiendo la vida de campamentos y combates. Tras casi cuatro años de heroica resistencia en la que logró resonante victorias a pesar de la disparidad de las fuerzas, el ejército paraguayo comienza a ser acorralado por las fuerzas aliadas,

Francisco Solano López y lo que quedaba de su ejército, con su inseparable compañera, Elisa Lynch, la “princesa de la selva”, sus cuatro hijos y poco más de 400 hombres, mujeres y niños que se negaban a entregarse, llegaron a Cerro Corá el 14 de febrero de 1870.

Allí preparó la última resistencia. Su ejército estaba compuesto mayoritariamente por niños y mujeres, y tenía el jefe de estado mayor más joven de la historia, su hijo Panchito, de sólo 14 años.

Las campanas de las iglesias se habían transformado en cañones que, a falta de balas, disparaban piedras, huesos y arena. Al mediodía del 1º de marzo, las tropas brasileñas llegaron al lugar. La lucha era demasiado desigual y la batalla duró poco.

López, al frente de lo que quedaba de su heroico pueblo, fue herido de un lanzazo. Le ordenó a Panchito proteger a su madre y sus hermanos. Varios soldados se abalanzaron sobre el hombre más buscado por la Triple Alianza. Nadie quería perderse las 100.000 libras que los “civilizadores” ofrecían por la cabeza del mariscal.

El presidente paraguayo se defendió como un tigre acorralado y mató a varios de sus atacantes. El general Cámara, a cargo del pelotón atacante, lo intimó a que se rindiera y le garantizó su vida. Pero a López ya no le importaba sino su dignidad. Siguió peleando, bañado en sangre, hasta que Cámara ordenó “maten a ese hombre”. Un certero disparo le atravesó el corazón.

Los soldados atacaron los carruajes que trataban de huir. Panchito montó guardia frente al que ocupaban sus hermanos y su madre. Los brasileños le preguntaron si allí estaban la “querida” de López y sus bastardos. Panchito defendió el honor nacional y familiar y fue fusilado en el acto.

A Elisa Lynch le tocó dar la última batalla de esta guerra miserable y despareja. Con toda su enorme dignidad, descendió de su carro, cargó el cadáver de su hijo y buscó el de su marido. Cavó con sus manos una fosa y enterró los dos cuerpos y parte de su vida

Capturada, todos sus bienes fueron embargados y ella deportada, comenzando una larga etapa de viajes y juicios para recuperar su patrimonio, hasta su muerte en París en 1886.

Felipe Pigna (fragmento) – www.elhistoriador.com.ar

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La compañera irlandesa

 Madama Lynch tumba

Tumba de Elisa Alicia Lynch, más conocida en el Paraguay como “Madama Lynch”  figura fundamental de la Historia de Paraguay, fue el gran amor del Mariscal Francisco Solano López y madre de sus hijos:  Corina, Enrique, Federico, Carlos y Leopoldo. El séptimo hijo, llamado Miguel Marcial, nació en 1866 en plena  Guerra contra la Triple Alinza pero murió días  después. El mariscal Francisco Solano, en un testamento ológrafo de 4 de junio de 1865, reconoció a todos los hijos habidos con Madame Lynch).

Pese a ser rechazada por las “buenas familias” asuncenas, excluida de las reuniones sociales y de los actos compartidos por un grupo que se creía depositario del honor y de las buenas costumbre, acompañó al mariscal hasta el último minuto de su vida, el 1° de Marzo de 1870, en Cerro Corá. Ella está enterrada en el Cementerio de la Recoleta de Asunción. (Foto A.H.)

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