Reflexiones de “Palanca” sobre el deporte en general y el fútbol en particular (*)

Su verdadero nombre era Ildefonso Irala. Uno de los tantos nombres como se le conocía  era  “punta karajá”, pero el marcante que le quedó definitivamente fue “Palanca” que le pusieron en Tatakuá, un sitio perdido en la inmensidad de Paraguay donde había nacido y era “capitán-ídolo  y/o ídolo-capitán” del Club 1° de Mayo

Podía integrar, tranquilamente, la selección élite de rengos, chuecos, pies planos y bolos como Erico, Garrincha, Rivelino, Sócrates, Cococho Álvarez, entre otros, que demostraron en su trayectoria de estrellas que la aptitud física requerida para el fútbol profesional es para jugadores normales, no para genios que pusieron la pelota como un globo terráqueo en las manos y en los pies de un niño con magia

En esos años en que brilló la estrella de Palanca, descollaban en el mundo la orquesta de genios que dirigía Pelé en el Santos, Pontoni, Scotta y Bianchi en el fútbol argentino, y en Paraguay, reinaban los Nino Arrúa, Carlos Lobo Diarte y los Jara Saguier.

En Tatakuá, en cambio, la varita mágica la portaba el incomparable jugador de la vida y filósofo del fútbol, el gran Ildefonso Irala, alias Palanca como lo llamaban los aficionados, discípulos y fabuladores de su historia

El nombre o apodo de Palanca nadie sabía a ciencia cierta y con precisión el origen, pero abundaban las teorías: algunos sostenían que era por la fuerza con que impulsaba el balón o el arte con que alzaba el ánimo de su equipo, tal vez en una analogía involuntaria con el sabio Arquímedes que había pedido una palanca y un punto de apoyo para mover el mundo.

Quiso el destino que Palanca pisara el césped del Estadio Sajonia de Asunción, en un octogonal de Interligas, que le dejó malos recuerdos y peores cosechas.

Para la curiosidad, jugaron cuatro partidos y ganaron todos durante el primer tiempo, algunos hasta por tres goles de diferencia, hasta que se encendían las luces de neón y no encontraban más la pelota, se volvían miopes cuando no ciegos, porque no conocían la luz eléctrica en Tatakuá.

Como excusa, Palanca había comentado al respecto, como de paso, que fue una conspiración para eliminarlos, porque los demás habían jugado a la luz del día y ellos que, en desventaja deportiva, a lo sumo habían aprendido a jugar en plenilunio o con iluminación de las luciérnagas, pero nunca con el neón artificial

Con su filosofía de vida y de fútbol Palanca hizo una escuela que muchos discípulos siguieron. Historiaba a su manera el fútbol a los jugadores y compañeros, dejando escuchar a los chicos que miraban, boquiabiertos, de curiosos y parecían soñar con la magia que transmitía el Back más renombrado de la región.

He aquí algunas de las reflexiones que ha legado a la posteridad:

  • En Grecia, el ganador de las Olimpíadas se convertía en un pequeño dios para la gente, no por el hecho de triunfar, sino por reunir la suma de las virtudes deportivas y helénicas, pero sin confundir con los guerreros o patriotas a la hora de valorar al deportista. El deporte es universal y generoso, debe engrandecer a una nación y añadir paz al mundo. El deporte tiene una camiseta que defender y la patria, la bandera
  • “En la cancha se ven los pingos y a los burros, los domingos”.
  • El fútbol fue creado por niños y el sello del juego es la alegría. Quien juega sin alegría no juega, mata el alma de la pelota. Para la solemnidad debe dedicarse a otras cosas más serias que no requieren de alegría ni devoción
  • Cada jugador que recibe el esférico no debe preocuparse en buscar a su compañero, éste debe aguardar en su puesto exacto y enlazar el juego con la pelota hasta anidarla en la red adversaria. Con ojos cerrados un jugador debe pasar el balón y llegará a buen destino si el compañero respeta su lugar encomendado. Porque al principio los ingleses jugaban el fútbol y el rugby como un solo juego, con los pies y con las manos, luego con el tiempo fueron diferenciándose, pero quedaron algunos resabios en uno y en otro. En el fútbol, por ejemplo, el jugador que quiere llegar al arco con la pelota, después de cruzar toda la cancha, es típico del rugby, pero la velocidad se debe imprimir a la pelota con el pase rápido y preciso dentro de un plan de juegos aprendido de memoria en los entrenamientos.
  • El gol es una belleza, pero el placer está en la jugada. Los pases previos del gol son como las caricias para el clímax del amor.
  • Los goles son como los caramelos para los chicos, sólo sirven para los malcriados y los que no entienden de fútbol, son también entretenimiento fácil para los que buscan un triunfalismo con poco esfuerzo y un regalo dadivoso del azar
  • Al principio, no existían los arcos, éstos fueron inventos de los mercaderes del fútbol, para engatusar a los desprevenidos espectadores. Quieren hacer creer que los goles son la coronación de un partido, al contrario de lo que son realmente, efectismos de dudosa cualidad moral. De ahí que los jugadores hoy en día los podrían hacer de cualquier manera, con la mano y todo, con tal de que no lo advierta el referí; porque el fin justifica plenamente los medios: lo que importa es el resultado, no el fútbol en sí, sino el negocio.
  • Un buen centroforward debe conocer al dedillo las astucias de un buen arquero, para eso es recomendable aprender a ser arquero también, para ver el revés de un ataque de gol o mirar la trama del tejido en su reverso. Como también un buen arquero necesariamente debía ser un buen tirador de penales y delantero oportunista para abortar los desbordes ofensivos.
  • El fútbol debe sostenerse en la cancha con las jugadas, sin perder interés ni belleza, no debería depender de los goles para levantar el pesado trasero de la tribuna. Una jugada debe ser capaz de conmover hasta las lágrimas de emoción o provocar el grito victorioso de una batalla digna de ser contada por poetas como Homero o Emiliano.
  • El deporte persigue la virtud, no sólo el triunfo. El futbolista debe estar preparado de buena forma, jugar bien y saber valorar el buen juego. Por eso siempre les exijo felicitar al adversario cuando nos gana con altura y arte, que ustedes tanto resisten y menoscaban a la cortesía su valor supremo

(*) fragmentos extraídos del cuento publicado en el libro «El maleficio y otras maldades del mundo», de Gilberto Ramírez Santacruz, Editorial ARANDURA, Paraguay 2008. (Leer cuento completo en http://elanotadordegilberto.blogspot.com.ar)

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