“Meditaciones de medianoche. Políticamente incorrectas»

Es el título del cuarto libro escrito por Rafael Luis Franco, columnista habitual de esta página. Se trata de una selección de artículos publicados y otros inéditos, con algunos cuentos al final. El mismo estará expuesto en el stand de Paraguay. en la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires

Esto escribió Manuel Augusto Martínez Domínguez en su prólogo:

tapa«La meditación como reflexión, es decir, como ejercicio intelectual que Rafael Luis Franco (Asunción, 1954) hace en cada uno de estos brevísimos ensayos, nos lleva a pensar en el sentido que originalmente la palabra meditación tenía en Occidente, antes de la acepción más contemporánea, aceptada y usual que hoy tiene.

 Su deseo de compartir le hace presentar (o representar) nuevamente a un conjunto de artículos, la mayoría de ellos ya publicados, junto con algunos inéditos: ello revela la actualidad que los mismos tienen para él, más allá que se traten de temas ya tratados aunque no agotados, de ahí lo de “trasnochados”. Su misma selección, recopilación y el orden que asigna a los textos habla de ello.

Franco los escribe a medianoche, es decir, en la mitad de una noche simbólica, en un tiempo en el que todavía ve lejana la luz del amanecer para su país: el Paraguay (y por qué no decirlo, de los demás países de Latinoamérica).

El hecho de estar escritos a cierta distancia, tanto física (Franco reside en Buenos Aires) como temporal, hace a la posibilidad de hacer nuevos replanteos a viejas problemáticas que acucian al país. Van dirigidos a un público que de alguna manera conoce a los actores, la situación contextual y la problemática que en ellos se aborda.

La posición que toma como narrador nos da una visión particular, personal y subjetiva de los temas que aborda. Su estilo invita automáticamente al diálogo. Diálogo de lector con autor, diálogo con los libros que cita, propicia la investigación para corroborar o refutar sus tesis, y sobre todo, invita a un diálogo con uno mismo en cuanto a sujeto agente de la historia.

En estos ensayos, escritos en primera persona, nos da a conocer una faceta “amigable” de Franco: no al historiador, al investigador, al divulgador que conocemos a través de otras obras suyas, poniéndose en relieve el sarcasmo, como en ‘La muerte les sienta bien’; la agudeza de su ingenio (El auténtico cambio) o cuando la ironía y la contradicción juntas dan un efecto verdaderamente espectacular: este es el caso cuando dice que “cada campesino tendrá su terreno ajeno propio” en el ensayo ‘Los logros de mi mandato’.

Su enfoque como sujeto ubicado en tiempo y espacio, hace resaltar, una vez más, la coyuntura entre la historia argentina y la paraguaya. En el texto dedicado al Dr. Aníbal Franco Solalinde, habla del Chaco como provincia olvidada de una gran nación (situación que no debe ser distinta a la de cualquier territorio alejado de la capital de cualquier país latinoamericano), donde justamente toca uno de los temas comunes en el panorama de estos países: la descuidada salud del pueblo, principalmente en las áreas rurales, que siempre es socorrida por los esfuerzos de la sociedad civil, donde se encuentran aquellos héroes anónimos que conforman la microhistoria que la historia oficial desconoce.

Siempre atento a reconocer la importancia que reviste el quehacer de estos héroes civiles (entiéndase aquí civilidad como sinónimo de cultura), Franco nos presenta una entrevista que hiciera a Ben Molar, con un alto valor testimonial, que hace posible conocer el punto de vista estético de este gran cultor de la música popular.

Adentrándonos en la lectura de los ensayos, la que requiere de ciertos conocimientos previos en torno a las distintas situaciones y sus protagonistas, Franco sin dobleces toma posturas. Está en contra del neopopulismo y el neosocialismo; de los colorados (esto puesto de manifiesto en El chiste del año) y sobre todo de sus tradicionales rivales, los liberales; de los extremos maniqueístas (a todas luces brega por aquel “justo medio” griego); de la izquierda latinoamericana, de Fidel y la Revolución Cubana, de Unasur y del venezolano Chávez.

Por otro lado, está a favor de la política del Dr. Francia (al igual que Augusto Comte), del presidente Franco y la Revolución de Febrero, como lo manifiesta en Paraguay nunca fue un pueblo de cretinos; de los López, de quienes dice que son los verdaderos héroes del Paraguay; de la Iglesia Católica y del Papa de Roma; es decir, a favor de las instituciones y de la regencia autocrática a través de las mismas, no así de las tiranías.

En el momento en que, a guisa de presentación, escribo estas breves líneas, el Paraguay vive uno de los momentos más difíciles en este llamado “Período de Transición” (¿Transición a qué?): el ensayo De locos y vivos hace una advertencia premonitoria al pueblo paraguayo (y a cualquier otro): “El cambio de la Constitución es fundamental para los neodictadores; cambiar las reglas del juego es indispensable para sus fines”.

Franco es un político en el sentido griego del término: es decir, un ser social, gregario, comprometido con su pueblo, compromiso puesto de manifiesto en sus denuncias, producto de la agudeza de sus observaciones. Paraguay no exporta pobreza, expulsa riqueza es un claro ejemplo de ello. Es una denuncia clara, abierta y honesta a los políticos y al funcionariado corrupto del Paraguay.

Su postura la fundamenta sobradamente con sus amplios conocimientos de historia, a la que recurre citando fuentes y documentación que ponen en claro una situación del presente: Metamorfosis liberal puede, en algún aspecto y sin caer en reduccionismo alguno, explicar y comprender, por ejemplo, la alianza entre Federico Franco y Fernando Lugo.

Más allá de su actitud determinante, Franco es dueño de un pensamiento amplio, el cual queda demostrado cuando en Por un Partido Febrerista que se identifique con sus raíces dice: “Reitero, en un movimiento o partido pueden convivir perfectamente distintas corrientes, la riqueza está en la diversidad”. Con esto, Rafael Luis Franco es verdaderamente un revolucionario en cuanto propugna por cierta ortodoxia institucional, instando la vuelta a abrazar las ideas que dieron origen al Partido Febrerista.

En este sentido, Franco aconseja, recomienda, sugiere, propone, todo ello desde una óptica muy personal, lo que al final de la lectura estos breves escritos saben a una suerte de paideia política, o mejor, una poética, donde descubrimos al autor su faceta de pedagogo.

Civilización y Barbarie habla del tecnicismo “save”, que nos viene del inglés, pero en realidad es una palabra de antigua y culta data: proviene del latín y significa preservar, salvar, guardar, salvaguardar.

Todos los ensayos de Rafael Franco giran en torno a un eje fundamental, el cual se resume, en aquella máxima latina inscripta y mal interpretada en el frontispicio del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social de la República del Paraguay: SALVS POPVLI SVPREMA LEX EST. Esto es “Sea la salvación del pueblo la ley suprema”, es decir, anteponer los intereses generales, los del pueblo, los de la nación, a los particulares y personales. Lo que atañe al bien común (la-mentada salus populi) debiera estar por encima del interés individual. El mal mayor que aqueja al Paraguay no es la ignorancia, ni la enfermedad, sino el egoísmo y la rapacería endémica de sus habitantes.

Estos ensayos constituyen un grito de alerta ante la situación que vive, a más de doscientos años de su independencia, la primera república del hemisferio Sur con su poco menos de siete millones de habitantes.

De accesible y entretenida lectura, más allá de una postura política e ideológica, lo que encontramos en los escritos de Franco es solidaridad para con su pueblo, visión, criterio, y sobre todo, franqueza.

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